Existen mezclas reticentes como el agua y el aceite, que no acaban de unirse y conservan sus identidades a pesar de que pongas empeño en generar un ente nuevo. Después, hay otras singulares, únicas e innovadoras. Mira el cielo: esa combinación de nubes, luz y color es probablemente diferente a la que encontrarás mañana, a la que contemplarás en solo unas horas.
De la luz y el color saben mucho los fotógrafos. De la composición también pero a veces no pueden modelar las formas a su antojo. Sin embargo, los coreógrafos sí y los bailarines también. De esa fusión magnífica en la que la realidad se conforma y deforma en base al talento surge Afanador. La visión primigenia de Ruven Afanador – fotógrafo-, la innovación de Marcos Morau -director y coréografo-, la valentía de Rubén Olmo -bailarín y director del Ballet Nacional de España- y el diálogo entre artistas. Donde las perspectivas son diferentes pero el todo es más que la suma de cada una de ellas.
La fotografía de Ruven Afanador
Ruven Afanador, colombiano de nacimiento, ha sabido enfocar la mirada sin prejuicios. Conocido por sus trabajos en el mundo de la moda y como retratista de grandes personalidades ha sentido siempre pasión por España. Y entre pasión y profesión surgen sus libros Mil besos y Ángel Gitano donde explora la estética y la expresión del cuerpo. El flamenco envuelve y retuerce y Ruven lo transmite con su trabajo de sombras y pulsiones donde el movimiento se queda en pausa.
Morau regresa a aquellas sesiones fotográficas de Ruven y reflexiona: sobre «el parentesco vital» entre composición fotográfica y coreográfica:
«El desafío carnal que es, en ambas, capturar la vida -eso, que, por definición, no se puede capturar»
Nieto de fotógrafo y estudiante de fotografía aunque nunca se dedicó profesionalmente a ella, siempre la ha tenido muy presente en su trabajo de director de escena al mando de La Veronal.
En el escenario veremos una sesión fotográfica donde los personajes empiezan a crear vida a través de las fotografías inspiradas en el mundo de Ruven. Música electrónica, minera, seguiriya, cantar de trilla o ecos de Semana Santa, mueven el baile, lo acompañan, despiertan la memoria de las instantáneas en blanco y negro.Y cuando se cierra el telón, habremos sido partícipes de la fascinación alegórica de un universo propio como el de Afanador.
El coraje de Rubén Olmo
Con 9 años ingresó en el Conservatorio de Sevilla donde se licenció con 16, cuando empezó su carrera profesional. Dos años después entraría a formar parte del cuerpo de baile del Ballet Nacional de España (BNE), solo un año después ascendería a bailarín solista. De 28 años de recorrido profesional se podrían decir infinidad de cosas pero nos pararemos en el momento en que se convierte en protagonista de una de las páginas de Ángel Gitano, a la que da vida, también con su baile, en esta original propuesta.
«Quería llevar al Ballet Nacional fuera de su zona de confort»
Rubén se convierte en director del BNE en 2019 y cuando Marcos le propone la idea da Afanador, le dio vía libre. «Respeto mucho a los creativos hasta el final. Yo que viví esa sesión fotográfica de Afanador, he visto cómo Marcos ha ido entrando en ella y se ha convertido en el objetivo de la cámara». En esta obra, a diferencia de otros montajes del BNE, la compañía no se configura jerárquicamente sino que trabajan todos a una. En palabras de Olmo: «Ha dado algo nuevo no solo al Ballet Nacional sino a la profesión».
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