Soy una persona impaciente, así que no pude esperar al estreno de Vilafranca en Barcelona, la vi en el mes de febrero en Vilafranca mismo, cuando se estrenó. Pero me gustó tanto que repetí en el estreno en el Teatre Lliure, porque el texto lo merece.
En Vilafranca, Jordi Casanovas culmina su trilogía sobre la identidad catalana yendo al origen de todo, al primer grupo social que nos acoge, aquel donde nos desarrollamos como personas, la familia. Y así, mediante un acontecimiento anual, la comida de fiesta mayor, conoceremos una como cualquier otra, con sus miserias y sus alegrías, sin blancos y negros, con toda una gama de grises.
Vilafranca conmueve porque nos habla de algo que conocemos perfectamente y nos conecta con nuestra propia historia de una manera íntima y acertada. Si a eso sumamos una puesta en escena y unas interpretaciones impecables nos encontramos ante un texto que es, desde ahora mismo, un clásico.