Hoy en día es muy complicado encontrar un espectáculo de comedia en el que se consiga que, al terminar, más de un centenar de personas en pie aplaudan durante minutos. Víctor Parrado lo consiguió hace unos días tras su show El Peliculero, el cual va mucho más allá de la simple comedia y genera un ambiente de complicidad que lleva al público a vivir una experiencia muy parradista.
Víctor Parrado ya demostraba con su anterior show, La noche de Parrado, que su humor y su filosofía vital son muy distintas a lo habitual en el mundo de la comedia y del stand up comedy. No es de extrañar, por tanto, el planteamiento de El Peliculero basado en muchas más cosas que la comedia o la voluntad de hacer reír al público. En este show, el cómico presenta, entrega y recibe un premio en una ficticia gala de los Oscars. Mediante ese pretexto, Parrado será capaz de efectuar un discurso de agradecimiento por el premio que le dará oportunidad de hablar de temas fundamentales y cruciales en la vida como el amor, la amistad, la juventud, la niñez…
Debe destacarse la madurez escénica de Parrado, que consigue ganarse al público ya desde el inicio del propio show, improvisando con él y haciéndole entrar en una dinámica cómica de la que ya no se sale hasta que se apagan los focos. Interactuando con el público, cantando, bailando, recreando su infancia, recurriendo a recursos sonoros, audiovisuales, fotografías… Parrado hace uso de un abanico muy amplio de recursos para conseguir—de manera efectiva—que el público apenas pare de reír y aplaudir.
La risa es aquello principal en este monólogo de película, pero también hay lugar para ese “parradismo” al que nos tiene acostumbrados. Así, el público no solo ríe sino que también atiende a un monólogo que trata de usar la comedia para promover valores “buenrollistas”: la empatía, la amistad, el amor, la sinceridad… Parrado demuestra una vez más que no todo es comedia, aunque se pueda hacer comedia de todo. Estas reflexiones y digresiones dan, bajo mi punto de vista, una dimensión muy valiosa al show, que trasciende la propia comedia. Parrado consigue que el público se ría constantemente, pero también le incita a reflexionar, a valorar los pequeños gestos y la fortuna que hay en las pequeñas cosas.
El Peliculero es un show más maduro, un show de película basado en un discurso de agradecimiento a la vida, a las pequeñas cosas que nos hacen felices y que son importantes en nuestras vidas. Siempre desde la comedia, pero sin olvidar que no todo es reír. Consigue, de manera innegable y efectiva, que todo su público se convierta al “parradismo” y acabe el show aplaudiendo de pie hasta que las manos duelan, recogiendo tarjetas con mensajes “buenrollistas” y haciendo colas de más de media hora para hacerse una foto. Este show es un éxito, una pequeña joya que conecta con la vida del espectador. Funciona con tanto éxito porque el espectador se ve a sí mismo ahí arriba, recibiendo un Oscar, dando gracias…
Recogí una tarjeta al final del espectáculo que citaba a Antoine de Saint-Exupéry en su célebre El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Concentra, en cierto modo, lo que hace Parrado: una comedia que no se basa en la risa, sino en lo esencial, en lo que va más allá de ella.