Realidad virtual para una Turandot

Turandot

Turandot
25/10/2019

Sorprendente, muy sorprendente es la puesta en escena de Franc Aleu. Es una escenografía moderna y atrevida que utiliza todos los medios de la tecnología visual. Y es esto precisamente lo que me ha llamado más la atención de esta obra y que me ha fascinado en todo momento. Según Aleu, Puccini es una especie de Spielberg de su tiempo porque realmente hacía espectáculos. Bienvenido Franc Aleu al palacio de la ópera. Una base giratoria hace rodar un escenario que va cambiando de cara según la escena. Las luces, los videos, la realidad virtual y todas las nuevas tecnologías están puestos al servicio del escenario. Atrapados en esta realidad virtual está el coro, presente en todo momento pero oculto detrás de unas gafas 3D. Se convierte en una masa informe, sin individualidad. Sólo la luz y las canciones unifican su sufrimiento. El pueblo de Pequín no quiere ver morir a más gente ni quieren ser ejecutados por la tirana. Se quitan las luces como quien se saca una máscara cuando aparece el amor y se humanizan como le pasa a Calaf y a Turandot. Hay un momento en el que se ilumina el escenario. Es la escena en la que Ping, Pang i Pong ofrecen poder, dinero y sexo a Calaf para que abandone la idea de poseer a la déspota y frígida Turandot. Figuras de mujeres desnudas, deformadas, sensuales van cayendo desde arriba para tentar a Calaf pero nada modifica su implacable resolución.

No hablaré del argumento, ya muy conocido sino de los aspectos para mí más relevantes como el giro final que desfigura la clara misoginia del texto de Carlo Gozzi. Puccini dejó inacabada la ópera en la escena que sigue a la muerte de Liú. Fue Franco Albano quien la finalizó a partir de apuntes escritos por el mismo Puccini. La inacabada Turandot ha permitido realizar pequeñas modificaciones en la escena final. Recuerdo la Turandot de Núria Espert como conmemoración de los 10 años de la reconstrucción del Liceo. Turandot opta por el suicidio antes de entregarse al forastero. Puede que Puccini lo hubiese acabado así. No es la crueldad de Turandot la que la aboca a la muerte sino la incapacidad para el amor. En la versión de Aleu, el amor alcanza el corazón de Turandot por la actitud de Liú que es capaz de morir por amor. La escena es sobrecogedora y el acto de libertad de Liú pone de manifiesto la esclavitud de Turandot.

Merecen una especial atención los cantantes. Por un cambio en el reparto debido a la suspensión de la función por la huelga general del día 18 de octubre, tuve la suerte de poder escuchar a Gregory Kunde, el veterano tenor que nunca defrauda. La soprano Iréne Theorin, muy experta en mujeres wagnerianas sobresalió por su vibrante y potente voz. La rigidez del personaje de Turandot impide siempre a la soprano expresarse con el más mínimo movimiento. Ermonela Jaho con una voz dulce y con mucha emotividad me confirmó que no deja nunca indiferente. Fue ovacionada por el gran público. El coro dirigido por Conxita Garcia estuvo, como siempre, impecable así como la orquesta magistralmente dirigida por Josep Pons.

Estoy segura que a Puccini le habría gustado.

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