Trau es artesanía teatral. Una de esas pocas piezas que se te clavan en el corazón y que consiguen que no puedas sacar la mirada ni un solo momento del escenario, queriendo estar pendiente de todo lo que pasa: los movimientos, pequeños y grandes, los gestos, las miradas, los silencios y los andares lentos de aquel personaje tan estrafalario.
La escenografía, cuidadísima, te cautiva desde que entras en la sala. «Qué hará? Como se moverá?» Pero mejor aún es verla en funcionamiento. Todo en este espectáculo está perfectamente milimetrado. Desde el primer silencio al último botoncito que activará aquella pieza que hará que lo otro se mueva y permita la magia.
Porque sí, son 65 minutos de magia hecha a través de sombras, marionetas, objetos y clown. Sólo un momento, como bien dicen ellos, de nuestras vidas. Pero 65 minutos suficientes para enamorar, llorar, reír y emocionar.
Guillem Albà, autor de la obra, y Blas Rodríguez, su compañero de batallas, forman un tándem excelente. Se escuchan, entienden; y juntos crean un universo delicado y cuidadoso, con momentos absolutamente preciosos y entrañables.
Una pequeña historia que debería estar en boca de todos, y que nadie debería perderse. Yo, tal y como hace el protagonista, la guardaré y almacenaré en una de estas bolsitas de recuerdos.