La Universidad Internacional Riojana es productora y distribuidora de este espectáculo. Sorprendente y grata noticía de la que, ojalá, tomen nota muchas universidades del resto del estado. Lo hacen, explican, como acción de enriquecimiento cultural porque alumnos, exalumnos y profesores puedan participar de actividades colectivas fuera del ámbito académico.
Chapeau.
Traen hasta el Teatro BARTS un texto supuestamente de Shakespeare que, en realidad, no es exactamente de Shakespeare, sino que se trata de una pieza escrita a muchas manos donde Shakespeare podría haber añadido algunas páginas.
Una singular producción con un cartel que, para empezar, despista un poco, pues se trata de un diseño moderno que invita a pensar en una propuesta contemporánea, conceptual, tal vez cercana a las nuevas corrientes escénicas o, incluso, totalmente transgresora. No es el caso.
Las interpretaciones están excesivamente ilustradas, no sólo con imágenes -con proyecciones decorativas detrás el escenario- sino también con una gestualidad que aleja el espectador de la esencia de la palabra y deshincha la intención dramatúrgica (que, escrita o no por Shakespeare, posee la belleza y lirismo propios del teatro isabelino). Queda todo, pues, en una propuesta digna de admiración, pero coja. No por carencia de nivel actoral, sino por un planteamiento convencional y tristemente tópico.
Un espectáculo recomendado para espectadores a quienes les guste ver clásicos construidos de manera clásica. No recomendado para espectadores que ya hayan presenciado tres o más obras de Shakespeare, pues esta repite todos los clichés habituales de este tipo de producciones.