Del dolor venimos

Todas las flores

Todas las flores
04/10/2020

Hace tiempo que empiezo mis opiniones sobre las obras de Bàrbara Mestanza diciendo que está tirando la puerta abajo. Mi dramaturga preferida, creadora de obras con profundas reflexiones, con un humor con el que conecto de una manera absoluta y que diría ha ido disminuyendo, perspectiva de género, nos sacude sin recurrir a la simple consigna de pancarta sobre los roles impuestos a la mujer (aunque yo veo una lectura más universal), la identidad, el vacío existencial, feminismo, la voluntad de sobrevivir… Además, cuando tenemos la suerte de verla actuar , el placer es total. Ahora nos trae Todas las flores donde el simbolismo y las imágenes han tomado más fuerza y ​​yo, lo admito, me he perdido un poco, no lo he entendido todo, como el final. Admito que el teatro intelectual a veces me gana y me deja atrás, yo que soy de Planteamiento, nudo y desenlace. Sin embargo, la fuerza que transmite el texto y puesta en escena, el sello Mestanza, tan presente en las interpretaciones, por ejemplo, nos llegan.

Un monasterio donde las mujeres a dar a luz (no a parir, que no son vacas), quizás las últimas mujeres embarazadas de la humanidad y donde recibirán la ayuda de otras mujeres asoladas por una especie de pandemia apocalíptica. Con una puesta en escena algo von Trier, minimalista y oscura, cinco protagonistas bien diferenciadas en cómo afrontan y qué esperan de este nuevo mundo que quizá está muriendo sólo nacer. Una fuerza innegable en la propuesta y estética, sucia, visceral, poética,simbólica y, por momentos, inescrutable que, a ratos, me remitía la fascinante La mort i la primavera.

Lo menos mejor: me pareció que había demasiados discursos, demasiados temas ambiciosos (el sentido de la vida, la muerte, feminismo …) que se apuntan y yo no he sido capaz de asimilar y recibir todo lo que le autora nos quería transmitir.

Lo mejor: la fuerza y ​​honestidad de la propuesta, evolución del sello Mestanza, que se nota y mucho por ejemplo en las interpretaciones, donde sobresale, una vez más, una espléndida Júlia Molins.

En resumen, mucha fuerza, un aire de hecatombe de la humanidad, pero que yo no he sabido interpretar del todo. Lástima, no quisiera quedarme atrás en el camino de Mestanza sino acompañarla y disfrutarlo como espectador, como tanto he hecho hasta ahora.

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