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Tebas Land, que también ha estado en cartel recientemente en el TNC de Barcelona bajo la dirección de la madrileña Natalia Menéndez, va un paso más allá. En esta obra conocemos a S., de nuevo alter ego de Blanco, si bien ahora lo hacemos desde un punto más trágico y trascendental. En este caso, S. nos cuenta su proyecto creativo alrededor de un parricida y su voluntad de preparar un espectáculo en el que sea el propio preso el que se suba al escenario a contar su historia. El debate está servido. Por un lado, las reflexiones al entorno del asesinato de un padre, con inclusión de los grandes mitos parricidas de la literatura como Edipo o Los hermanos Karamazov. Por el otro, los límites morales de la creación a la hora de entrar en una vida ajena. Si La ira de Narciso es un cuento simpático sin más pretensiones que la de entretener, aquí estamos ante una bomba de pensamiento en la que cada réplica aporta un nuevo factor a tener en cuenta. Y lo mejor es que los entendemos todos, pues vienen rellenos de humanidad. Los actores Pablo Espinosa y Pablo Gómez Pando dan vida a tres personajes igualmente imperfectos y los trasladan a lo tangible de manera ágil y dinámica. Las dos horas, edulcoradas con pinceladas de humor y rotura de la cuarta pared, pasan como un intenso suspiro y generan ganas de, a la salida, analizar y debatir.
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En la propuesta española la escenografía es fiel a los requisitos del texto y, pese a ser llamativa gracias a los medios que tiene un teatro como el TNC o el Kamikaze de Madrid, donde se estrenó, le cede el protagonismo al trabajo interpretativo.
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