No vi la precuela: “Smiley, una historia de amor”. I me la perdí a pesar de que veía que estaba teniendo un éxito abrumador, a pesar de que estuvo en cartel tres temporadas y que hizo gira por todo el mundo en más de 10 producciones internacionales. I sí, me la perdí porque me hacía retroceder el cartel de Alfonso Casas, porque no aguanto las comedias románticas aunque sea innovadora por presentar una pareja homosexual y me la perdí a pesar de que adoro a los dos actores.
Ya no volverán a representarla porque la situación es muy diferente y aquello no se puede repetir pero nos han permitido visitar a la misma pareja al cabo de ocho años (reales). El mismo director de la primera ha escrito la continuación de la historia. Nos ha perdonado no haber asistido a la primera parte y nos proporciona pistas para que no nos sintamos perdidas.
Con esta segunda parte, Guillem Clua da un paso más allá y, de forma casi inevitable, el amor romántico queda atrás para dar paso a una estimación serena, tranquila y real.
Ramon Pujol y Albert Triola eran y son la pareja del montaje. A lo largo de estos años se ha establecido entre ellos una gran química y complicidad. Un trabajo extraordinario de los dos.
La escenografía de Sergi Corbera es versátil y permite enlazar con facilidad los distintos momentos sin tener que mover muchos elementos. Una cortina movediza y transportable da mucho juego a las escenas. La iluminación de Arnau Planchart es clara y brillante. Los protagonistas no pueden esconder en la penumbra las emociones que les llenas los ojos y resbalan por la cara.
Continua siendo una comedia, con un argumento que engancha, un hilo argumental que no sabes cómo acabará y, en medio del suspense de la historia, aparecen gags del momento actual, críticas veladas a los estereotipos y a los moldes, interpelaciones al público hetero y de cierta edad que desconoce el ambiente gay de los años 90. En este momento ya no hace falta defender la homosexualidad porque da por hecho la madurez de la sociedad. Y creo que esta idea y la superación del amor romántico son los dos grandes mensajes que nos llevamos a casa.