El mejor Broadway se ha teletransportado al Teatro Tívoli con esta comedia musical de monjas superstars. No hace falta ser un freak de la película del 92 para disfrutarla, pues Bill y Cherill Steinkellner la han reinterpretado dotando la historia de una espectacular puesta en escena que te dejará anclado en la silla con la boca abierta.
La factura es impresionante: el musical (producido por Whoopy Goldberg ) es una franquicia que reproduce centímetro a centímetro el montaje neoyorquino. Cuenta con cientos de vestuarios y decenas de escenografías que suben y bajan para reproducir el Convento de Santa María. La purpurina y la música de Alan Menken (Aladdin, Pocahontas , La Bella y la Bestia, Hércules, La Sirenita … ) hacen el resto, con aceitera humorístico de El Terrat, que ha adaptado con gracia los chistes del guión a la realidad barcelonesa .
El reparto es un gran acierto, exceptuando un par de errores de casting que chirrían al lado de la veterana Àngels Gonyalons ( sensacional ) y la dinámica Mambo Bokele. Hay que aplaudir Gara Rueda , la actriz que encarna a la inocente novicia: la vimos el musical Goodbye Barcelona o Por encima de todas las cosas, pero en Sister Act levanta ovaciones de una platea entregada a la fe que profesa cantando.
Cuando bajó el telón el público estaba de pie, bailando y cantando con una sonrisa de oreja a oreja.
En ese momento recuperé la fe, y un pensamiento me atravesó la mente: me la corto y me hago monja.