Onírica y fantasmagórica

Sarab

Sarab
19/09/2018

Sarab, escrita por Albert Tola y con Andrea Segura a la dramaturgia y dirección, es una obra que explora las ineludibles herencias familiares, aquellas que tienen más que ver con las emociones que con los documentos notariales, aquellas que dejan huellas imborrables a través de las generaciones.

En este sentido, Sarab es intencionadamente onírica, incluso fantasmagórica, donde las tres protagonistas (abuela, madre y nieta) se comunican sin hablarse, en un coro de voces que se intercalan y se pisan y se hacen eco las unas a las otras, como si nos encontráramos en una cueva donde todo el espacio reverbera y acabas perdiendo el sentido de la realidad y el tiempo.

El clima de ahogo, de encierro, de personajes ligados por la historia familiar pero incomunicados, que parece que se muevan por el espacio (Barcelona, Buenos Aires, Marrakech) pero que en realidad no se mueven de donde están, lo sostienen perfectamente tres actrices que saben cómo atraparnos en su delirio.  Dulces, enérgicas, histriónicas, derrotadas, supervivientes, únicas.

Si algo se echa de menos, no obstante, es que lo que explican las tres mujeres se corresponda con el clima creado. La historia, el argumento, más propia de un folletín, se basa sólo en los amores y desamores de las tres protagonistas, y esto hace que lo que se explica y el cómo se explica tomen caminos paralelos, como si en todo momento el espectador esperase que, de este pozo en el que parecen haberse sumergido las protagonistas, saliera alguna cosa más.

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