Priscilla, Reina del Desierto no engaña a nadie. A este musical se va a disfrutar, a cantar, a bailar y a flipar con la espectacular puesta en escena con toneladas de glitter y taconazos imposibles. Es una gran fiesta petarda a ritmo de los mejores ‘hitazos’ discotequeros.
El musical tiene una trama ligera que se centra en las aventuras de dos travestidos y un transexual que recorren Australia persiguiendo sus sueños. Van montados en la furgoneta Priscilla, que vendría a ser una versión marica y todo-terreno del barco del musical Mar i Cel (completamente robotizada, gira sola y ofrece momentos divertidos). Todo el montaje es una exaltación del mundo drag, con unos personajes tan estereotipados como los que podéis encontrar a la esquina de la ARENA un sábado noche. Toda la energía del montaje se focaliza en las resolutivas y vistosas coreografías y los impresionantes vestuarios de Tim Chappel, que son uno de los grandes atractivos del musical. Vale la pena ir sólo para admirar estos vestidos: son una auténtica muestra de creatividad desbordante… una obra de arte. Destacable también José Luis Mosquera, el actor que interpreta la protagonista Bernardette: es el punto de cordura entre tanta pluma, y la defensa con tanta honestidad, sobriedad y feminidad que es imposible imaginar que sea un hombre.
A pesar de que los chistes simples y la frivolidad exagerada que destila toda la propuesta puedan maquillar el fondo de la historia, Priscilla es un gran canto a la libertad, a la aceptación de la diferencia y al respeto por las minorías. Bienvenidos sean los musicales de masas que, además de bonitas historias de amor, trabajan poco a poco para normalizar las diferentes condiciones sexuales y vitales.