Las óperas en versión concierto no son tan apreciades por el público en general porque falta la tercera pata: la escenografía y vestuario. Sin embargo, a mi me parece que se realza la música y las voces brillan con luz propia. A Sophie Daneman (puesta en escena), Jean-Luc Taillefert (escenografía y vestuario) y Christophe Garcia (coreografía) les debemos esta versión concierto tan original sin la rigidez que imponen los atriles para las partituras de los solistas. Los intérpretes-cantantes se van moviendo alrededor de la orquesta con pequeños elementos escenográficos que proporcionan realismo a la historia como son los duelos representados por un juego de ajedrez o unos dados enormes.
Una tarima de madera como símbolo del poder de la reina y de la mujer y otras tarimas más bajas repartidas alrededor de la orquesta proporcionan agilidad al movimiento de los cantantes.
Händel estrenó esta divertida pieza en el King’s Theatre de Londres en 1730. Esta ópera ya se había representado en otras versiones en Venecia a partir de un antiguo guion escrito originariamente en 1699 por Silvio Stampiglia. Händel ya había hecho una incursión en el mundo de la ópera buffa y en esta ocasión sorprendió y agradó al público. No se sabe muy bien porqué quedo enterrada en el olvido durante 300 años. Agradecemos la resurrección que se ha producido en los últimos años.
Partenope (Ana Vieira Leite), la reina de Nápoles, una mujer poderosa, rodeada, admirada y deseada por 4 hombres, uno de ellos mezzosoprano (Helen Charlston) y dos contratenores (Hugh Cutting y Alberto Miguélez Rouco) refuerza la imagen femenina con la que Händel se anticipó a los debates actuales sobre el empoderamiento de la mujer.
William Christie, especialista en música barroca vuelve al Liceu dirigiendo Les Arts Florissants después de Ariodante (2018) y Platée (2020) y junto a Partenope llevan la música de Händel al lugar que se merece. Muchas gracias por esta deliciosa noche que nos han regalado.