Cada año voy a alguna de las obras que se representan en el festival OUI! de teatro en francés. Es el cuarto año y este festival no para de crecer en fama y en público. Se representa en diferentes espacios de Barcelona y la idea es poner al alcance del público la obra de autores contemporáneos franceses. Normalmente escojo una obra al azar y siempre me ha sorprendido la calidad y la profundidad de los espectáculos. Laurent Gaudé escribió esta pieza en 1966 cuando tenía 24 años. Para ser una obra de juventud tiene todos los elementos de la madurez.
Un vagabundo que vive en el metro de Nueva York es Dioniso encarnado. Onysos es viejo y se va rejuveneciendo a medida que va explicando su historia. Es hijo de Zeus y fue descuartizado por los Titanes al poco de nacer, fue devuelto a la vida gracias a los restos del corazón. La venganza y la furia lo llevaran a destruir su ciudad, Tebe Sarab, Babilonia y otros lugares por los que pasa huyendo. Mata a Penteo, rey de Egipto. En esta vorágine de destrucción lo acompañan las ménades, mujeres delirantes que fueron poseídas por él y a quienes inspiró una locura mística. Dionisio está vinculado al estado de éxtasis que literalmente significa estar fuera de sí. Es la clase de dios que, en virtud de su carácter subversivo, es capaz de las acciones más terroríficas pero también, como los dioses, encuentra la amistad y el amor.
Gaudé no pretende ser fiel a la mitología griega sino eEs un trabajo a cuatro: Laurent Gaudé (autor), Bruno Ladet (director), Giovani Vitello (actor) y Thomas Merlant (diseñador de sonido e iluminación).La escenografía es sencilla pero suficiente. Es un banco en un metro cualquiera, porquería por todas partes, papeles de periódico que él transforma en personajes de su historia, un saco de dormir que se convierte en Penteo o en Selena, el gran amor que encuentra en su infatigable camino. Una tela de colores tenues que va cambiando de matices, una música suave que podría ser el canto de una mujer enamorada o el sordo aullido del dolor, son detalles que te sumergen en una historia mitológica y fantasmagórica que te envuelve y te transformancontrar un parecido o una repetición del mundo actual con el que se identifica y se sitúa al lado del más desvalido, de las mujeres, de los niños, de los excluidos de la sociedad. Desde un rincón del metro neoyorquino observa esta ciudad que lo atrae, multiétnica y multicultural. Decide que ésta es su ciudad. Es un relato en primera persona y el actor se dirige directamente a alguien del público, rompe la cuarta pared y consigue que te identifiques rápidamente con su historia. Él es Giovani Vitello y su interpretación nos ha fascinado desde el primer momento.
Es un trabajo a cuatro: Laurent Gaudé (autor), Bruno Ladet (director), Giovani Vitello (actor) y Thomas Merlant (diseñador de sonido e iluminación).La escenografía es sencilla pero suficiente. Es un banco en un metro cualquiera, porquería por todas partes, papeles de periódico que él transforma en personajes de su historia, un saco de dormir que se convierte en Penteo o en Selena, el gran amor que encuentra en su infatigable camino. Una tela de colores tenues que va cambiando de matices, una música suave que podría ser el canto de una mujer enamorada o el sordo aullido del dolor, son detalles que te sumergen en una historia mitológica y fantasmagórica que te envuelve y te transforma.