Desde un primer momento nos encontramos a Joan Carles Suau tumbado en el suelo, con la mirada perdida. Puede que sean 10 o 15 minutos hasta que todo el mundo está en su sitio. Pero ya te sientes un poco incomodado. Ves sus ojos de cerca y sientes sus lágrimas.
El juego de unas imágenes minimalistas, con las proyecciones, ha sido lo menos acertado de la puesta en escena.
Queremos socializar a través de las redes, en este caso un chat, y sobrevivir de esta jungla (incluso digital) para llegar a nuestro fin.