Muñeca de Porcelana no es el mejor texto de Mamet (la historia se va desinflando a medida que avanza la trama y se acaba convirtiendo en poco más que una anécdota estirada), pero vale la pena ir sólo para ver trabajar a José Sacristán.
Y es que con casi 80 años, Sacristán tiene una voz, un movimiento y una presencia escénica que ya las querrían muchos. El montaje es él y él consigue engancharnos a la historia y hacer con nosotros lo que le da la gana durante una hora y media. Es cierto que pertenece a una escuela de interpretación bastante diferente a la catalana y que, en el fondo, está un poco pasada de moda, pero verlo en acción es ver a un actor de solera y estas oportunidades no se tienen que dejar pasar.