La decadencia de dos sex symbols

Monroe-Lamarr

Monroe-Lamarr
31/08/2021

Como muchas obras de teatro y espectáculos previstos para el 2020, Monroe Lamarr se suspendió. Este año se ha reprogramado y el TNC nos ofrece la oportunidad de verlo en formato digital durante el mes de agosto, cuando el teatro duerme tras una intensa temporada de sobresaltos, reprogramaciones, limitaciones de aforo, medidas para que el teatro sea seguro, etc.

Es realmente un privilegio poder ver esta obra que Albertí encargó a Carles Batlle, dramaturgo, novelista, traductor y profesor del Institut del Teatre. Sergi Belbel es el director y ha sabido encontrar el tono exacto de las dos famosas actrices. La grabación es magnífica y las cámaras permiten captar los detalles de los gestos y de las miradas.

Si bien todo el mundo conoce vida y milagros de Marilyn Monroe, la sex symbol de los años cincuenta, es de agradecer que, en este duelo de titanes, la otra sea la morena, la diva de los años cuarenta que además de atractiva era ingeniera técnica e inventora. Hedy Lamarr había comenzado a estudiar ingeniería, pero lo dejó para dedicarse al arte dramático. A pesar de tener un contrato con la Metro-Goldwyn-Mayer, al comienzo de la guerra mundial se puso a disposición de los aliados para ofrecerles sus conocimientos sobre un sistema de intercepción de torpedos. Los militares prefirieron que recogiera dinero en forma de bonos a cambio de sus besos. La patente del invento caducó a los dos años. Todos los reconocimientos a su invento llegaron demasiado tarde. En 1997, el premio Pioneer reconoció su trabajo. Al conocer la noticia, ella comentó displicente: “Ya era hora”. Con la recogida del premio por parte de su hijo (Anthony Loder) empieza la obra.

Fueron dos mujeres con vidas muy difíciles, de diferentes ambientes, infancias y educación, pero las dos tuvieron una vida atormentada y las dos fueron esclavas de su belleza y de su glamur, fagocitadas por la crueldad de la industria cinematográfica y de los hombres. Nunca pudieron ser libres ni pudieron desarrollarse personalmente. Se ha hecho famosa la frase de Lamarr: “Sólo tienes que quedarte quieta y parecer estúpida” que demuestra claramente qué se esperaba de ellas.

Los diálogos son conmovedores, se entabla como una competición, una lucha de poder y un intercambio de reproches cuando las dos tenían más cosas en común que diferencias. Es un encuentro ficticio que sirve para recordarnos a personajes de la época que las dos conocían: Errol Flynn, Frank Sinatra, Clark Gable, Humphrey Bogart, Adolf Hitler o los hermanos Kennedy.

Elisabeth Casanovas es Marilyn Monroe y Hedy Lamarr es Laura Conejero. Los dos personajes y las dos actrices son tan potentes que no necesitan acompañamiento de ningún tipo. Ni las filmaciones de extractos de películas (“Éxtasis”, “Sansón y Dalila”, “Blancanieves”), ni el blues “Boogie-woogie”, ni el biógrafo de Monroe, William J. Weatherby, muy bien interpretado por David Vert, ni las apariciones esporádicas del hijo, Anthony Loder que es Eloi Sánchez en la obra, aportan demasiado a un guión crítico con el papel que representa todavía la mujer, el valor que se le daba a la belleza y el menosprecio a la inteligencia. Ellas dos y sus vidas divergentes pero paralelas dan vida a la obra, al recuerdo y a la nostalgia, poniendo de manifiesto la ideología que todavía impera hoy día.

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