Las obras sobre familias que transcurren alrededor de una mesa en una fecha señalada podrían formar parte de un género teatral: “Obras de sobremesa”. A mí personalmente, me gustan. En algunas de estas obras se rompen relaciones familiares porque surgen rencores ocultos y no olvidados o historias desconocidas que explotan de golpe por la tensión del momento como ocurre en “Le prénom” o “El casament dels petits burgesos”o “Festen” (“La celebración”). En otros casos aparecen conflictos pero no llega la sangre al río. Son discusiones estridentes y muy aparatosas pero que, a manera de terapia colectiva llega a reforzar los vínculos familiares como es el caso que nos ocupa. Pienso también en “El llarg dinar de Nadal”, nostálgica y tierna pero con las tensiones que los cambios generacionales comportan.
El texto de Edu Manzanares es una recreación de una Noche de Fin de Año de una familia representante de una amplia clase trabajadora de Catalunya que lucha por sobrevivir y mantener la cohesión familiar. “Me sentía como en casa” oí a la salida del teatro. Es una pieza muy cercana, incluso costumbrista. En clave de humor, Manzanares ha sabido hacer un retrato fiel de un amplio sector de nuestra población. Dos generaciones, muchos cambios, dos lenguas contaminadas por intrusismos lingüísticos y una comunicación fluida a pesar de las contradicciones y las diferentes interpretaciones de las situaciones que se van presentando.
La autora del texto, Eu Manzanares es también la madre en la obra, eje de la familia como son y han sido muchas de nuestras mujeres. Está espléndida en su papel. Bajo la dirección de Mercè Vila Godoy, los cuatro personajes se mueven con agilidad y dan credibilidad a una obra que tiene mucha dificultad. Han encontrado el mejor padre para representar el papel del obrero desengañado, nostálgico y con problemas laborales que quiere a su familia: Paul Berrondo. Eli Iranzo y Pau Poch son los dos hijos imprescindibles para redondear y entrelazar las dos generaciones.
Especialmente remarcable es el trabajo escenográfico de Jose Novoa y el de regidoría de Laura Manchon y Martí Sebastiani. Todo lo que había encima de la mesa era de verdad. Lo de “hacemos ver que” se debería evitar en lo posible pero en un espacio tan pequeño sería intolerable. En cambio, nos llegaba el olor de las croquetas, del relleno de patatas y teníamos ganas de compartir el brindis con el buen cava que no dejaban de tomar los cuatro.
No me gusta decir que pasé un buen rato o me reí mucho porque sería reducir la obra a un divertimento. Y es mucho más que esto. Id y lo veréis.