MURS ha inaugurado el Grec con unas expectativas previas altísimas: el primer smartshow de la historia, presentado como una mezcla entre obra de teatro y juego de rol, donde nuestras acciones, mayoritariamente hechas a través del smartphone, cambiaban el transcurso de la historia que nos narran.
Formar parte de esta obra es vivir un experimento, pionero, y esta es una sensación presente durante el transcurso de la función. A pesar de estar constantemente a la espera de que algo ocurra, es muy probable que las actuaciones de los fureros (algunos de paisano) acaben provocando algún susto: no son actores que se queden en el escenario, y la fuerza y el ímpetu que los caracteriza hace que en determinados momentos los móviles (los grandes protagonistas) queden olvidados, en segundo plano. La interacción directa con estos personajes extraños da cierta sensación de vulnerabilidad: la lástima, aquí, es el espesor de espectadores, pues se viviría mucho más intensamente con un público más reducido, con menos distancia.
La experiencia que puedas vivir en MURS depende del azar (o de tus decisiones, si lo prefieres), de donde te encuentres en un momento determinado, y esto da al espectáculo cierto aire real (mezclado con la impotencia de los que queremos vivirlo todo). Personalmente, tengo la sensación de que el hecho de llevar o no móvil con la aplicación instalada no hace variar tanto como esperábamos lo que vivimos: la interacción es limitada y el teléfono se convierte en una pantalla más por donde recibir inputs.
Eso sí: el smartphone forma parte del mensaje de MURS, una crítica a todos estos tecno-zombies que invaden nuestros espacios públicos mirando constantemente una pequeña pantalla e interactuando más a nivel virtual que con los que están a su alrededor. Una crítica que recibimos (a veces un poco injustamente, pues seguimos su juego) y que hace que pensemos: personalmente, me quedo con la imagen de ver como el photocall, esta espacio símbolo de la fama y la atención superflua de los medios, es una de las actividades más concurridas.
La Fura dels Baus se ha arriesgado, haciendo una crítica muy sana y necesaria a estos aparatos que acaban de llegar y parecen centrarlo todo (y nuestra manera de recibirlos), y si bien las expectativas son peligrosas y la aplicación que han hecho de esta tecnología da la sensación de ser bastante embrionaria, han abierto un abanico de posibilidades: seguro que en un futuro próximo, les agradeceremos muy buenas experiencias.