“Tutto e menzogna, tradimento e inganno”. Este sería el resumen de una ópera basada en el drama Kabale und Liebe (amor e intriga) de Friedrich Von Schiller escrito en pleno movimiento romántico alemán Sturm und Drang. Estas palabras forman parte del recitativo del tenor que preceden a la famosa aria “Quando le sere al placido”, la más conocida y emotiva aria de tenor de la ópera Luisa Miller. Todo el siglo XIX está lleno de argumentos románticos de pasiones, traiciones, luchas de poder, amores obligados, amores no correspondidos, de la utilización del amor por intereses, amores imposibles, de la muerte como única salida al reencuentro amoroso. No eran únicamente las mujeres las que estaban sometidas a la voluntad del padre. Los hombres de la nobleza se debían a los intereses de la familia. La auto entrega de la mujer a cambio de la libertad del enamorado o del padre se va repitiendo a lo largo de la literatura romántica. Luisa se vende para salvar a su padre como lo hace Tosca al Barón Scarpia para salvar a Mario Cavaradossi.
Es la quinceava de las óperas compuestas por Verdi ya en pleno período de madurez y que daría paso a las tres más conocidas: La Traviata, Rigoletto e Il Trovatore.
Se representa incomprensiblemente poco y me ha cautivado tanto la música como la escenografía. La música es luminosa, entusiasta a pesar del drama que se representa con una melodía y un ritmo que son pegadizos. Cada uno de los actos empieza con el coro de la gente sencilla, del pueblo. En el segundo acto, Rodolfo inicia el aria de tenor con el recitativo citado acompañado de clarinete y contrabajos. Es el acto de la intriga en el que la maldad representada y cantada por dos bajos (Marco Spotti y Carlo Colombara) contrasta con el amor ingenuo de Rodolfo y Luisa. El inicio del tercer acto es delicioso. El coro consuela Luisa y acaba con una cavaletta de Luisa en al que maldice el día en que nació. El dúo entre padre e hija recuerda el de Rigoletto y precede al trio final de Luisa, Rodolfo y Miller. La dirección musical ha ido a cargo de Domingo Hindoyan.
En cuanto a los cantantes, todo el reparto ha cumplido sobradamente con las expectativas, difícil tras el eco mediático que han tenido Sondra Radvanosvsy y Piotr Beczala. He de resaltar la voz tan dulce de Eleonora Buratto (Luisa) que encajaba perfectamente con la ingenuidad de la protagonista y que emocionó al público. Arturo Chacón-Cruz (Rodolfo) fue creciendo a medida que avanzaba la obra hasta que llegó a la famosa aria del segundo acto donde se afianzó con una gran seguridad y sentimiento en un magnífico “Quando le sere al placido” y siguió esplendido hasta el trio final. Juan Jesús Rodríguez, barítono verdiano, con muy buena voz, presencia escénica y magnífica interpretación fue merecidamente el más aplaudido por el público.
Tengo que destacar muy especialmente la escenografía de Damiano Michieletto, director de la escena, premio Lorence Olivier y que será el dramaturgo de la Cavalleria Rusticana i Pagliacci en la siguiente temporada del Liceu. La escenografía de Luisa Miller es original, compleja, cargada de simbolismos y muy eficaz. Un escenario rodante va girando mostrando 4 subescenarios para las distintas escenas. Es geométrico y cuadrado como geométrica y simétrica es la distribución del coro en cada escena, el cual se va moviendo silenciosamente pero con una gran presencia durante toda la ópera. Felicitamos a Conxita Garcia otra vez por este coro que tan magistralmente dirige. No olvidaré esta Luisa Miller y, si tenéis ocasión no os la perdáis.