Los niños oscuros de Morelia llega al Tantarantana a manos de la Compañía Nigredo para revisar, criticar y reabrir el pasado histórico común y uno de sus episodios más conocidos: la guerra civil española. A partir de un episodio relativamente desconocido, que no busca encontrar vencedores y vencidos sino mostrar el dolor y las consecuencias de una guerra, el texto versa sobre el viaje que dos (junto a más de cuatrocientos más) niños emprenden en barco desde España hasta México para huir de la guerra.
Considero un acierto la voluntad de la obra de alejarse de planteamientos manidos y maniqueos que enfrentan al bando nacional y al bando republicano para mostrar la crueldad del periodo histórico. Alejándose de eso, el texto y la representación tratan de evidenciar la soledad que conlleva la guerra, todas aquellas generaciones (no solamente aquellas que pelean, también las que huyen) que se ven afectadas de por vida por un suceso de tal magnitud. Pese a un enfoque acertado, el texto presenta una densidad y una dificultad que complican su representación y, por tanto, su comprensión.
Con una escenificación sobria, simple aunque alegórica, el escenario y los actores (Marc Pujol y Rodrigo García Olza) tienen la responsabilidad de que el público comprenda los constantes cambios de tiempo, espacio, personajes… El trabajo es muy complicado, y el esfuerzo por parte de los actores, la dirección y la puesta en escena es notable. Aunque no suficiente. La densidad del texto y su continua ruptura de fronteras entre presente, pasado, futuro, vida, muerte, realidad, representación, teatro, etc. confunde al público más allá de sorprenderlo. Es un planteamiento muy interesante, bien buscado, aunque demasiado complejo para que funcione con una producción tan simple. Además, se usan recursos como canciones, músicas que rompen las escenas y que no acaban de insertarse, bajo mi punto de vista, en el sentido de la narración.
Los niños oscuros de Morelia es, en síntesis, una obra con claros y oscuros. Es una obra con un texto muy potente, con un tratamiento de la Guerra Civil muy original, que huye de lo manido y típico. Con un reparto acertado y con ganas de hacerlo bien, con una escenografía simple pero correcta. Pese a eso, el público, se acaba sintiendo un tanto perdido, a la deriva entre tantas escenas continuadas que rompen todas las fronteras de tiempo, espacio, personajes, realidad, ficción… Sobre el papel es un planteamiento magnífico, que no funciona tan bien en la práctica de la representación, aunque la misma sea interesante.