Àlex Rigola adapta el texto de Thomas Bernhard El hombre de teatro (Der Theatermacher), para ubicarlo en el barrio de Badal de Barcelona en una versión protagonizada por Andreu Benito.
Bernhard quedó marcado por una infancia con muchas carencias y arrastró problemas de salud toda su vida. Lo poco que conocemos de él es a través de sus obras y, a partir de piezas como Ante la jubilación (Teatre Lliure 2017), intuimos una obra intensa, atormentada y crítica.
Andreu Benito es aquí un autor, director y actor de su obra de teatro que, con todas las dificultades de un teatro familiar, va de gira por todos los pueblos y barrios mostrando una obra que sólo se deja ver, se intuye y saca la nariz haciendo crítica de personajes que han movido la historia con su poder dictatorial.
Toda la obra es la preparación de la representación. La mujer y los dos hijos están presentes de algún modo. Teatro dentro del teatro de forma constante. El hombre trata a la familia-compañía con desprecio y con mucha insolencia descarga sobre ellos las dificultades que encuentra en su gira. El hijo (Àlex Fons) recibe las consecuencias de las decepciones del padre. Vemos en él a un personaje frágil y sumiso dominado por el miedo ante un padre al que no acaba de controlar ni entender. No se olvida criticar las deficiencias de los barrios donde debe actuar sin conseguir la simpatía del público por los problemas que el teatro plantea.
El monólogo de Andreu Benito está cargado de silencios, miradas al público en busca de una complicidad que no encuentra. El ritmo es denso, con silencios y pausas que nos da tiempo para digerir lo que no se acaba de entender.
Con su arrogancia e inmodestia, el personaje de Bernhard no logra las simpatías del público quizás eso les ocurrió a la sociedad austríaca. Quizá sea también eso lo que buscaba. El rechazo de una sociedad ultranacionalista que Bernhard criticaba y el rechazo a personajes tan ególatras como El hombre de teatro.
