Enric Cambray y Ricard Farré son los creadores de este espectáculo que ha sido nominado a los Premios de la Crítica como Espectáculo Revelación y a los premios Butaca como Espectáculo de Pequeño Formato con la dramaturgia de Lluis Hansen y la escenografía de Enric Romaní. No es de extrañar que lleve tres temporadas en cartel agotando entradas y muchas representaciones por toda Catalunya.
Molière fue criticado por ridiculizar los esfuerzos que hacían las mujeres en la segunda mitad del siglo XVII para mejorar su estatus dentro de una sociedad patriarcal. Otros, en cambio, ven en Molière una vertiente feminista, una crítica a la pedantería y extravagancia de los hombre. Más que una sátira sobre las mujeres y el saber, la antepenúltima obra de Molière es un retrato de la familia en la que bajo la cobertura de doctrinas universales reina el interés de unos y otros. Tres siglos después de su creación, las intrigas familiares, la sumisión, las ansias de libertad y la necesidad de presumir continúan estando vigentes en nuestra sociedad.
Cambray y Farré saben utilizar este texto y lo adaptan (lástima la necesaria pérdida de los alejandrinos) a unos personajes que viven entre nosotros de los cuales han modificado los nombre pero cuya identificación es fácil. Han suprimido algunos personajes de la obra original que son absolutamente prescindibles o lo han sustituido por un voluntario espectador de la primera fila (el notario).
Lo mejor de la obra es el trabajo de los dos actores y su caracterización. Ellos dos son a la vez 8 personajes y con pequeños detalles aparecen y desaparecen de la escena a un ritmo trepidante y frenético. Ellos cantan, bailan e interpretan cada uno de los personajes con diferentes tonos de voz y distintos registros. Yo pensaba que en cualquier momento podían aparecer con la cofia de uno, la voz de otro o la falda de un tercero…. Pero no. No se equivocan nunca y mantienen la atención del público hasta el final de la obra de una manera impecable.
Si alguien no la ha visto, éste es el momento!!