Comedia dramática de Sixto Paz (Pretty) que basa buena, demasiada, parte de su efectividad en hacer participar al público como recurso para insuflar humor a un tema tan duro como la depresión crómica e intentos de suicidio de alguien querido. Al menos a mí, poca gracia me hizo, por ejemplo, ver una espectadora sacándose un calcetín y jugar con él, o a alguien incómodo teniendo que improvisar un discurso. Cierto que yo pienso, como se decía en Watching Peeping Tom: «que el público está harto de que lo hagan participar! Que lo que quieren es ser espectadores!». Dicho esto, la participación funciona, ya que la mayoría del público está encantado, ríe y se emociona menos unos cuantos escépticos de estas cápsulas de autoayuda y a quienes las catarsis colectivas nos incomodan. Y es que como se dice allí, es una especie de terapia de grupo que quiere ser, eso sí, un canto optimista de la mano de Pau Roca, quien consigue ponerse el público en el bolsillo desde el primer minuto y muestra un dominio absoluto de la platea.
Un muy interesante punto de partida en este texto de Duncan Macmillan: un niño asimilando un intento de suicidio de la madre piensa en cómo puede ayudarla. Con la mayor de las inocencias, y quizás lo más bonito del texto, intenta hacerlo recordándole las cosas excepcionales que hay en la vida. A partir de aquí, el mensaje es diáfano, blandito y un punto simplista.
El problema es que el montaje cae en que estamos más pendiente de cuáles son las cosas extraordinarias que se van mencionando que de cómo aquel niño, ahora adulto, gestiona su dolor, y es que tanto pasar de enumerar la lista a los episodios vitales, hace que el ritmo no sea continuo y lo importante, quede ahogado. Para mí, además, se simplifica la depresión, cuando obviamente busca justo lo contrario, pero acaba pareciendo que superarla sea fácil si te aferras a tu lista, como si tener una fuera una garantía, cuando precisamente no es el caso del protagonista.
Lo mejor: te hace pensar en cuáles son las cosas excepcionales para ti y recordarte que las disfrutes. Ahora, tampoco vale que todo acabe siendo excepcional, casi como aquí.
En resumen: que a mí no me haya llegado y no me motive el coaching emocional no significa que no funcione de forma mayoritaria.