A los dos días de la celebración de la Virgen de Montserrat, el público del teatro Goula de Begues entonábamos con más o menos acierto, “el Virolai”.
Mientras se prepara una gran fiesta contando con la colaboración de todo el público, ambos intérpretes hablan, discuten, se cuentan partes de sus complicadas vidas y nos demuestran que existe entre ellos una profunda amistad y una complicidad que hace fluir la obra por los caminos de la veracidad y de la confianza. Ésta es la parte mejor de la obra, conocer sus vidas fuera del escenario. Siempre es fascinante para el público pensar qué pasa cuando aquel actor tan seguro de sí mismo llega desengañado a su casa o cómo se apagan las lentejuelas y se borra y se esparce por la cara de la actriz el maquillaje una vez sale de la vista del público.
Míriam Iscla está espléndida en un papel de mujer insegura y desconcertada que intenta sacar adelante un proyecto que les está trayendo muchas dificultades. Adopta el papel histórico de la mujer, que con los propios problemas sin resolver, anima al compañero y al público a terminar lo que se habían propuesto. Se opone al papel de mujer fuerte y con dotes de mando que habíamos visto en Fitzroy pero ella borda con su gran capacidad de actriz versátil todo lo que el director Joan Maria Segura y Bernades le pide. Es una gran actriz y aquí lo demuestra una vez más.
Joan Negrié atormentado por una ruptura reciente muestra que tiene bajo control la situación, pero las emociones le traicionan y ella, dispuesta, le escucha y ayuda. Un gran actor.
Por buenas que sean las intenciones, por buenos que sean los intérpretes, la escenografía o la dirección, un guion sin demasiado contenido no puede arreglarse con bromas, participación activa del público, barretinas y canciones populares.
Es una obra que hace pasar un buen rato (frase que odio profundamente por el contenido de superficialidad que se le da).
En cualquier caso, se estrenó hace un año y no ha parado de girar por toda Catalunya. Que siga girando y recogiendo aplausos.