Las noches malas de Amir Shrinyan, escrita por Albert Tola y dirigida por Carlos Rodríguez Alonso, nos interroga más que nos narra: ¿Quién es el joven Amir que llega de Irán pidiendo asilo por ser homosexual? El espectador deberá descubrirlo con sus propios ojos acompañando al protagonista (Tomas Rodado, de ascendencia palestina) en un cúmulo de noches que transcurren por todos los sitios, pero en ninguno que sea un hogar.
Aunque Amir, inmigrante sin familia en una gran ciudad, nunca podrá existir por si solo sino en relación con los dos personajes que configuran un peculiar triángulo. Lo veremos pues, como un camaleón, adaptándose al rol que le toca jugar frente un abogado que le ayuda tanto como enreda (Rodrigo García Olza) y un agente aduanero (Carlos Lorenzo Villoria) que se encuentra en la encrucijada por su propia moral. No sabremos pues, a ciencia cierta, cuál es el motor verdadero de sus encuentros ni si hay entre ellos amor, interés, deseo o todas las cosas juntas. Como en la vida misma. Pero también habrá algo de paz y de poesía en la oscuridad de estas noches: Amir la encontrará en la compañía de Leila (Esther Berzal), una figura tan envolvente como enigmática. Su identidad será un misterio más que tocará resolver.
Con un texto que bebe de influencias persas y buscadamente ambiguo – la palabra justa, la información justa, la escena justa– la obra sacudirá al espectador hasta que las noches malas de Amir sean, de algún modo, también las suyas. Hasta veremos llamas. Y es que como dicen los postdramáticos, el teatro no puede ser nunca complaciente.