La Víctor C. es un espectáculo basado en los libros “Tots els contes” y “Mosaics”. Es un montaje teatral dirigido por Carme Portacelli en el que la protagonista desde la cama y acompañada por su hermana pequeña, Amelia, va explicando retazos de su vida a través de sus conversaciones con ella y con un estudiante de periodismo. A pesar de que era reservada y discreta, las respuestas al periodista son irónicas y escurridizas. Ella misma se define como una aficionada, una pobre mujer en la cama.
Víctor Català ha sido siempre una figura misteriosa de quien se sabe bien poco. No se ha encontrado una biografía detallada de su persona, no hay imágenes a pesar de haber vivido hasta el año 1966 en el que las fotografías y las películas eran frecuentes en las familias, sobre todo en las acomodadas. Se conoce la obra que nos ha dejado, pero de su vida personal, la dramaturga Anna Maria Guitart, ha tenido que hacer un exhaustivo trabajo de investigación.
Desde que leí de muy joven “Drames Rurals” y “Solitud”, siempre había imaginado que la Víctor era una mujer de campo que conocía la dureza de la tierra y de las relaciones humanas, la crudeza del campo y de la vida, de la naturaleza y de las emociones más íntimas. Me ha sorprendido descubrir que era una mujer de buena familia de la Escala, hija de terratenientes con campesinos a su servicio. Ella dice que por este motivo conocía la vida de campo, pero todavía me ha sorprendido más que pudiera introducirse en este mundo desde la soledad de “su nido” y un jardín lleno de flores, rodeada de todas las comodidades y servicios. Puede que todas estas facilidades le permitieran leer mucho y escribir tanto. Las mujeres de campo a las que ella ponía voz y sentimientos no tenían tiempo ni se les permitía estudiar ni leer.
La pieza es una mezcla de biografía y representaciones cortas de su obra. La Víctor (gran Rosa Renom), solemne, como una reina en la cama, en medio del escenario, va presenciando, como un observador distante, momentos de su vida: el primer reconocimiento en el año 1898 con el premio a los Juegos Florales, la extensa correspondencia con Joan Maragall, las críticas a la dureza de sus obras, principalmente a “la Infanticida”. La relación de amistad con Mario Cabré y Narcís Oller nos da una pista de su importancia en el mundo cultural del momento.
Los cuentos, forman parte del escenario y van apareciendo por orden de creciente dramatismo desde “Ànimes Mudes”, magníficamente interpretada por Ferran Carvajal y Anna Ycobalzeta hasta llegar al cuento de “l’Aleixeta”. Ycobalzeta de nuevo nos emociona en el papel de madre angustiada y de hija desesperada. Lluïsa Castell, Oriol Guinart, Olga Onrubia y Manel Sans van saliendo a escena en diferentes papeles, todos espléndidos en un espectáculo complicado, en constante movimiento que requiere un gran esfuerzo por parte de todos.
El espacio escenográfico de Paco Azorín es un cuadrilátero dirigido hacia el público en forma de rombo, decoradas las paredes con hojas y en las que se proyectan imágenes marinas de olas que van y vienen como los personajes de los cuentos de Víctor Català, como los intérpretes de los cuentos, puertas y ventanas camufladas que se abren y cierran dejando paso a los distintos personajes.
Es de agradecer este homenaje a Catarina Albert, conocida como “La Víctor”, este repaso de la vida y obra de una gran mujer, referente de la literatura y poesía catalanas.