Un musical de los que amplían público para el género

La tienda de los horrores

La tienda de los horrores
08/10/2019

 

Una propuesta que, creo, funcionaría mejor en un teatro más pequeño, donde esta delirante historia contase con la complicidad de no tomarse muy en serio: chico piltrafilla enamorado de su compañera en una floristería de mala muerte, una chica guapa con predilección por los malotes, y del espacio, aparece una planta, Audrey2, loca por la sangre. Si en La Jaula, la producción previa de Llàcer-Guix, eché en falta espectacularidad en una propuesta de brilli brilli, aquí quizás merecería más sencillez.

¿Qué recuerdas al salir? Las Sey Sisters, espectacularmente soul, lo bien que se lo pasa Manu Guix (y lo tiene difícil, tocando, dirigiendo y “doblando” a Audrey2) y lo que al público le gusta el desparpajo y gracias cubanas de Corbach (ya me sobraron en la Jaula). Efectivamente, ni la música, ni las interpretaciones ni la historia ni, vaya, la planta.

Y no es que Pociello y Diana Roig no estén a la altura, han demostrado con creces su talento y magníficas voces pero a Seymour casi no se le oye y parece casi un secundario. También choca que la voz nasal de Audrey1, perfecta para el personaje, mute en maravillosa cuando canta; cuando es Sylvia Parejo  quien la interpeta, vemos una audrey más humana, también ella cuando canta, inocente e insegura, que no tonta.

La escenografía es enorme, con alturas como Billy Elliot, el vestuario de las Sey Sisters es espectacular y la música, del dúo que resucitó a Disney (La Sirenita, La Bella y la Bestia) Alan Menken y Howard Ashman, es interpretada con garra en directo, lástima que el sonido tape en ocasiones las voces de los intérpretes.

Lo mejor: es un musical que triunfará, necesario para el género en Barcelona, y con la valentía de haber mantenido el final original. También, la versatilidad y entrega de Manu Guix y un reparto de lujo, tanto que hasta los casi figurantes son actores de primera (Sylvia Parejo, Victor G. Casademunt…)

Lo menos mejor: la planta no tiene la fuerza que se le supone, y, siendo muy difícil lograrlo, no parece que cante, no acaba de sincronizarse con la expresiva interpretación de Guix. Cuesta verla “viva”, y no ayuda, cierto, que cuando canta, la atención e iluminación se centre en él. De hehco, suena raro, lo sé, cuando él no está la propuesta parece mejor ligada, ya que la planta crece y asume el protagonismo que reclama.

Al final, una historia de lo que estamos dispuestos a hacer por lograr nuestros sueños, sobre todo si hasta entonces, vivimos en una pesadilla.  

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