Esta obra fue producida y estrenada en Barcelona antes de llevarla a Buenos Aires y ahora nos vuelve quizás más madura, más auténtica.
Es un texto escrito por Carlos Correa y es genial en lo que se refiere al contenido y al lenguaje. Dirigido por Carlos González Richard, dos actores, Gonzalo Villareal Porzio y él mismo son dos gauchos apegados a la tierra y a una vaca. Me recuerda a Ñaque, o de piojos y actores de Sanchis Sinisterra, en la que dos actores van deteniendo la representación para introducir sus propias reflexiones, sus dudas, sus luchas y contradicciones. En La lechera, ambos actores, en un ambiente rural, sucio y polvoriento se hacen reproches e insultan constantemente, como un juego o una forma de acercamiento del uno al otro. La excusa es la vaca, que describen de tal modo que la humanizan mientras se ridiculiza con clave de humor el vigor y el hedor del macho gaucho.
La lucha por la propiedad de la vaca da pie a discusiones entre los dos gauchos con una gestualidad expresiva tan clara que no precisa ningún elemento escenográfico. Vestidos casi en harapos, el texto y los actores nos llevan a la ruralidad más profunda. La rudeza del lenguaje contrasta con la gran expresividad del gesto y el movimiento, que va moviéndose entre la agresividad y la ternura que un buen macho no puede aceptar.
En medio de la rudeza del paisaje y de las palabras, un pájaro habla de amor y canta “alma para conquistarte, corazón para quererte y vida para vivirla junto a ti” y otras canciones que rompen o suavizan la tensión entre ambos actores.
Como suele ocurrir, la obcecación por algo hace perder la visión del conjunto, de lo que está más allá y de lo que puede suceder. El pájaro (Gabriel Carreras) canta mientras ellos pelean, habla del amor mientras ellos sacan pecho para defender su virilidad y su poder sobre alguien o algo con un final sorprendente. No os la perdáis