El musical perfecto para los que no les gustan los musicales

La Jaula de las Locas

La Jaula de las Locas
20/11/2018

Aquí el raro que escogió el día que actuaba el cover. El exceso al que a veces se entrega Llàcer, perfecto para el papel, me puede saturar (a mí me gusta sobrio como en Retrato de un náufrago), y me apetecía ver ya a Oriol Burés como protagonista: una bestia. Compone a Zaza como exagerada que no estrambótica, humana, con ligero miedo a dejar de ser una vedette por quien todos suspiran y al mismo tiempo, una fuerza arrolladora, que nos contagia su optimismo, divismo y seguridad. Dado que la dirección es del propio Llàcer, mérito compartido y seguro que su Zaza es también deliciosa. Ni siquiera me sobró la interacción con el público donde Burés, rápido e ingenioso, demuestra, aunque ya lo traía de serie, su paso por La Cubana. A su lado, Iván Labanda, entregado cariñosamente al divismo de Zaza, Ricky Mata que con su sirvienta hilarante (ese andar sin tacones!) se mete al público en el bolsillo y tuve la suerte de ver a Víctor Gómez y Anna Lagares, que no temen destacar.

La primera parte se me hizo algo larga, quizá por argumento conocido o porque en realidad no hay mucho camino entre la premisa inicial y el final: una pareja de homosexuales ante el trance de hacerse pasar por pareja heterosexual ante la visita de los consuegros, homófobo él. ¿Debe y puede Zaza pasar por lo que no es? Equívocos y enredos asegurados.
Cuando la Jaula nació como musical, en los ’80, era una apuesta arriesgada, por suerte ya no. Ahora, como entonces, es una fiesta que debe entrar por los ojos. Y lo cierto es que yo esperaba más espectáculo grandioso, lentejuelas, más fiesta.

Lo mejor: el “Soy lo que soy” (“I am what I am”), un himno reivindicativo, que nos quieran y acepten como somos. Y el arma infalible de la sonrisa, a mansalva en “La vida empieza hoy” que el público sale tarareando, tras ovación en pie. También la música de Jerry Herman (Hello, Dolly) bajo la dirección musical de manu Guix i  Andreu Gallén, acompañada de magnífico sonido (no es tan habitual) y cuidadas letras.
Lo menos mejor: Coreografías a las que falta fuerza y algún ajuste y la escenografía luce “pequeña” para el enorme escenario del Tívoli.
En resumen; una comedia «divina» con algo menos brilli brilli del que yo esperaba pero que hace las delicias de todos.

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