La factura que presenta La Jaula de las Locas es impecable. La música de Jerry Herman suena de fábula conducida por Andreu Gallén, y la sonoridad está tan muy trabajada que sientes la orquesta a tu lado. La escenografía elegante y minimalista da lugar a las hilarantes escenas con decenas de gags memorables, números coreográficos espectaculares y el lucimiento de los actores. Merecen mención especial el siempre estupendo Ivan labanda, el mayordomo-donzella (que protagoniza algunos de los momentos más cómicos del show) y el cover de Àngel Llàcer: Oriol Burés. Lo habéis podido ver a los últimos montajes de La Cubana, y que no os sepa mal si engancháis una función sin Àngel. Es una bestia escénica y me dejó absolutamente fascinado.
Ahora bien, La Jaula no es sólo una gran fiesta apoteósica de lentejuelas, pluma y brilli-brilli. Como buen cabaret esconde la mirada crítica y contundente que, detrás el rímel de las vedettes, reparte estopa con la mejor de las sonrisas al ultra conservadurismo político. Ahora vivimos un momento salvaje donde los fascismos crecen como setas y los discursos xenófobos y homófobos disfrutan de una peligrosa impunidad, que mal gestionado nos puede hacer retroceder pronto a los momentos más oscuros de la historia. Si el libreto de Harvey Fierstein fuera algo más a fondo con los conflictos que plantea y los personajes de los suegros no estuvieran tan caricaturizados, empatitzaríamos más con los protas, el drama se haría mucho más patente y ayudaría a crear más escenas emocionantes que ahora pasan desapercibidas entre tanto divertimento.
Yo no me lo pensaría ni un solo segundo. La Jaula de las Locas es un espectáculo imprescindible donde saldrás impregnado de optimismo, emocionado, feliz y cantando el mantra: ¡LA VIDA EMPIEZA HOY!