Una ópera inmerecidamente poco representada

La Gioconda

La Gioconda
16/04/2019

Yo no la conocía. No la había oído ni visto excepto la conocida música del ballet que ha recorrido las redes y no me he cansado de mirar. Pasé una tarde maravillosa. Las cuatro horas que incluyen dos entreactos se me hicieron cortas.

Como dice Luigi Pirandello: “la vida no es verdad porque la verdad no existe. Hace falta recrear la vida y presentarla como una verdad creíble”

En el caso  de la Gioconda, el tema es absolutamente creíble. La Gioconda representa la verdad del siglo XIX, una verdad contra la cual los siglos posteriores se han sublevado con fuerza. Me refiero al amor irresistible que puede matar, traicionar o ser motivo de grandes heroicidades como la de la Gioconda. Es un tema reiterativo en casi todas las óperas románticas que nos tragamos sin hacer ningún tipo de crítica con la excusa de que “eran otros tiempos”. “Amore o morte” o el asesinato de una mujer porque ha tenido la osadía de amar a otro hombre, son temas recurrentes muy arraigados aunque ya no provocan ninguna sorpresa. Lo que en otras disciplinas crearía un gran rechazo social, en la ópera se permite porque era el pensamiento del momento en que fueron escritas y, porque en el fondo, somos víctimas de nuestra propia historia.

Dejando el argumento aparte, la ópera de la Gioconda es una obra completa y digo completa porque tiene de todo: arias, duetos, tercetos, coro y ballet. Por todo ello y por su espectacularidad, se dice que tiene todos los elementos de la Grand Opera Française.

Amilcare Ponchielli escribió unas 12 óperas de las cuales sólo se representa inmerecidamente pocas veces, La Gioconda. Ponchielli quiso huir de la ópera romántica. Estamos en la segunda mitad del siglo XIX y los compositores ya miraban otros caminos inclinándose hacia el verismo-naturalista.

Los seis personajes representan las seis voces y todos tienen un aria de lucimiento. La Gioconda, la soprano dramática tiene una aria preciosa en el cuarto acto, “Il suicidio” que en la tarde del domingo 14 de abril fue cantada por Anna Pirozzi con una gran sensibilidad. Ketevan Kemoklidze interpretó Laura Adorno, la rival de la Gioconda que demuestra su gran talento de mezzosoprano. Stefano La Colla fue Enzo Grimaldo y mostró una gran sensibilidad de tenor lírico-spinto en el aria del segundo acto “Cielo e mare”. Carlo Colombara fue Alvise Badoero, dux de Venecia y jefe de la inquisición con su aria de lucimiento de bajo “O monumento”. El papel de barítono, Barnaba o el espía del dux fue Luis Cansino. El aria más aplaudida y que desencadenó un gran entusiasmo entre el público fue “Voce di donna o d’angelo” cantada per Maria José Montiel representando a la madre ciega de la Gioconda. Es un papel de contralto difícil y con un gran registro que la Montiel cantó con gran lirismo.

Es importante destacar la escenografía de Pier Luigi Pizzi que ya se había estrenado en 2005 y en la que combina los colores grises, negros y blancos sobre un paisaje veneciano en el que no pueden faltar los canales y puentes. La oscuridad se ve interrumpida por los colores brillantes de la fiesta del palacio de Alvise. El vestuario de Pizzi con la ayuda de Lorena Martin es elegante y muy vistoso.

Alessandro Riga y Letizia Giuliani ofrecieron una inolvidable actuación de “la danza de las horas” aunque en aquella ocasión el bailarín era Angel Corella. Estuvieron espléndidos los dos y las 12 bailarinas coreografiando las horas.

Conxita Garcia con el coro y la orquesta del Liceu han conseguido que todo luciera con el máximo esplendor.

En resumen, una ópera inolvidable y con ganas de que se represente más a menudo.

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