Una realidad que golpea

La dansa de la venjança

La dansa de la venjança
18/02/2019

La dansa de la venjança es una de esas obras de teatro que, desde el planteamiento inicial, trata de incomodar al público mostrando los aspectos más oscuros, duros y tristes de la sociedad. En el caso de la obra satisfactoriamente dirigida por Pere Riera, en base a un texto del ya consolidado Jordi Casanovas, el público asiste a una emulación de aquellos problemas que se desprenden de una relación tóxica, de un divorcio basado en la incomprensión y los reproches.

La inmersión del público está favorecida por la contemporaneidad del texto, que provoca que el espectador pueda ver rutinas, comentarios o actitudes que no son ficticias, que puede haber presenciado fácilmente en su vida. Además, la disposición del escenario (central, rodeado de público por ambos lados) también provoca en el espectador una sensación de participación en forma de testigo. El público como testigo de lo tóxico, de lo doloroso, en la ficción y en una realidad a la que fácilmente transporta el texto.

La puesta en escena, estática (quizás demasiado), presenta el sobrio interior de una habitación de una casa en la que se encuentran la pareja divorciada que interpretan Laia Marull y Pablo Derqui. Con esos ingredientes, la representación se muestra autosuficiente para transformar un encuentro inicialmente tenso (debido al divorcio) en una escena dolorosa, trágica, que muestra los límites de un amor doloroso, que daña a la pareja y a aquellos que la rodean (su hijo, los amigos que tratan de advertir de aquellas cosas anormales en una relación…).

La actuación del elenco es destacable, ya que irradia una pasión, un dolor y una energía sobrecogedora que hace que el público empatice con el desarrollo de los acontecimientos y con el desenlace de los mismos. A su vez, la dirección es eficaz, ya que recursos escenográficos, objetos, etc. se integran de manera acertada para ir aumentando el componente dramático de la obra hasta llegar a su clímax. Pese a ello, la evolución de la acción es un tanto lenta, dilatada. Es cierto que el paso de un encuentro irrelevante a una discusión tan apasionada como la que acaba representando la obra no puede darse en un abrir y cerrar de ojos; pero en este caso hay momentos en los que la evolución dramática se hace un poco lenta.

La dansa de la venjança es una tragedia desgarradora, que escalofría al público por la cotidianidad de sus escenas, de sus diálogos, de los reproches y comentarios que se escuchan a diario en la sociedad en la que vive. El público, por tanto, asiste a una representación en la que se gritan y se denuncian unas actitudes y unas realidades que le resultan dolorosas e incómodas por su veracidad. El público presencia la realidad del amor tóxico, de la venganza sentimental: se trata de una obra con mínimos fallos pero con unos aciertos muy claros y muy destacables.

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