Salí bastante fascinada de esta función, a la cual me atraqué gracias a los potentes nombres que le dan vida, aunque esto no siempre es garantía de éxito.
Un matrimonio en proceso de separación da pie a muchas posibles historias de las cuales los dramaturgos podrían escribir infinitas versiones, pero Jordi Casanovas planta en el escenario un texto duro, sí, con la intención de no dejarte indiferente, y lo consigue.
La dansa de la venjança es un duelo de palabra entre dos actores que juegan a destruirse mutuamente, no hay ganadores, ni culpables, solo vencidos.
Un texto muy atractivo y que permite a Pablo Derqui lucir su ya característica capacidad de atrapar al espectador con su fuerza, y, no hay que decirlo, disfrutar también de una enorme Laia Marull.
Id, porque la revuelta de estómago que plantea Casanovas en el desenlace, es imprescindible.