Poner en escena una historia en tiempo real donde la acción se centra, en casi todo el espectáculo, en la palabra, es todo un reto. La clave que esto funcione a la perfección, y que atrape al espectador alejándolo de mirar el reloj o de moverse de su silla, es la gran calidad del texto, de sus actores y de su dirección.
Nos encontramos seguramente con uno de los grandes textos de Jordi Casanovas. Un diálogo, de 80 minutos, que enumera, poco a poco, las miserias que esconde una pareja recientemente separada. Pere Riera propone un ritmo controladísimo, acciones y emociones contenidas que inquietan al espectador hasta llegar a un gran estallido final.
Laia Marull y Pablo Derqui son capaces de crear, con su técnica y virtuosismo, un ambiente íntimo, que nos incomoda y nos hace pensar que somos unos auténticos intrusos en la vida de los demás.
Marull tiene esta sorprendente capacidad de mostrar la debilidad de forma largamente sostenida, y generar giros de enorme fortaleza. La versatilidad de Derqui consigue crear un personaje ambiguo del todo creíble, que van de la simpatía y la formalidad hasta la más profunda e inquietante oscuridad.
Y por último, diré que este espectáculo me ha llevado a recordar diferentes trabajos cinematográficos de Ingmar Bergman, donde profundiza en las miserias del matrimonio y de las relaciones humanas, y también de Michael Haneke, por su realismo crudo, que expresa a la perfección la violencia física y emocional que son capaces de ejercer las personas en sus contextos más íntimos.