Monólogo dramático escrito por Catarina Albert bajo el pseudónimo de Víctor Català en 1898.
La recepción pública de Víctor Català en la Real Academia de Bones Lletres de Barcelona se celebró en 1923. En este momento empezó a ser Catarina Albert. Descubrimos en aquel discurso la participación de Victor Català en el movimiento artístico realista mundial de la segunda mitad del siglo XIX: “ … al fons del caràcter de la gent d’avui, en sos trets físics i en ses preocupacions morals, en sos gestos i en ses habituds, en ses coses bones i en ses coses dolentes”. A pesar de que su intención no era mostrar los aspectos más tristes de la sociedad rural en la que vivía, el pesimismo que impregna sus obras no es más que un signo de su participación en el movimiento cultural vigente. En el caso de la realidad rural, nunca la mostró bucólica. Catarina Albert rechazaba los dogmas de las escuelas literarias y se sumergía en la vida tal como es, dulce y amarga, clara y oscura. Como dijo Stendhal (representante del realismo en Francia): “una novela es un espejo que uno pasea al lado del camino. A veces refleja a vuestros ojos el azul del cielo, ahora el barro del camino”. Me sorprende que Catarina Albert no esté suficientemente representada en los libros de texto sobre el realismo catalán como lo son Narcís Oller, Angel Guimerà o Marià Vayreda.
Marc Rosich no podía haber escogido mejor texto. Un texto de una mujer que vivió bajo un patriarcado implacable, que tuvo que escribir escondida bajo el nombre de hombre, en un mundo de hombres, y en un ambiente en el que los hombres no tenían que disimular su auto impuesta superioridad.
El texto de Catarina Albert tiene tanta fuerza dramática que su lectura nos conmueve profundamente. Creía que no se podría añadir más fuerza al texto pero sí. La música electrónica de Clara Peya, inquietante en algún momento, tierna y emotiva en otros, no podría ser más oportuna para lanzar un grito a la libertad de la mujer y para destruir un mito que sigue vigente hoy día, el instinto maternal.
Neus Pàmies es Nela. Ella recita, canta y lleva su angustia a los límites más alejados de la locura y la desesperación. Su embarazo real da más autenticidad a la situación y la acerca al texto y al público que la aclamó emocionado.