Dice una frase popular: “Se ríe del muerto y del que lo vela”, dicho de aquel bromista que le saca punta a todo para hacer reír. En esa obra es así, de forma literal. En Gracias por todo se ríen del muerto, de quien lo vela, de los asistentes, de los rituales funerarios, sin pausa y con toda la artillería (la pesada y la sutil).
Estamos tan acostumbrados a temer a la muerte y a esconderla, que una obra así, tan desmitificadora, ayuda a normalizarla. Celebramos pues la presentación de este musical cómico, surrealista, enloquecido, irreverente, que lleva al máximo nivel de parodia las fórmulas convencionales de acompañar a un muerto.
Dos chicas trabajan en una funeraria como maestras de ceremonias, y un día les toca velar a un muerto muy especial. La trama, delirante, va avanzando cómo avanzan las tramas a los sueños: sorpresas inesperadas, giros surrealistas, personajes que irrumpen sin ser invitados, momentos absurdos que acaparan el foco…
Una trama así requería una actuación que estuviera a la altura del delirio. Las dos actrices, Ángela Palacios y Alba Rubio, dirigidas por Alejandra Jiménez Cascon, logran llevar al personaje al máximo nivel del grotesco sin perder de vista las sutilezas, los movimientos pequeños, las perlas minúsculas que agrandan la caricatura. Los momentos musicales son un brillante ejemplo de esta comunión.
Se deben celebrar mucho las obras que no tienen miedo a la hora de experimentar y llevarlo todo al límite. La comedia, y la comedia musical en concreto, tiene mucho campo por recorrer y por explorar y es muy valioso (para el teatro en general) que haya compañías que jueguen a reírse de los propios géneros, que fagociten las convenciones y luego se las “peten ” con tanta alegría.
