Desde que el TNC presentó la temporada de este año, Foot-Ball era, sin duda, lo que me despertaba más curiosidad. Hay espectáculos en que depositas muchas expectativas por la historia, los intérpretes, la compañía… Aquí la palabra era sencillamente ésta: curiosidad. Una enorme curiosidad. ¿Se puede fusionar el fútbol y la danza? ¿Cómo? ¿Pueden convivir las proyecciones continuas de imágenes de partidos de fútbol con la coreografía de siete bailarines de danza contemporánea? Pues bien, la respuesta es que, al menos, pueden ir de la mano. De la mano de Cesc Gelabert.
Sin embargo, hay que decir al inicio del espectáculo puede perderse un poco un poco. Hay muchos inputs y tienes la sensación de no llegar a todo. Los movimientos de los bailarines son preciosos, pero la cantidad de proyecciones (a menudo la pantalla está fragmentada en varias imágenes), no sólo de partidos, sino también de los propios bailarines con una coreografía ligeramente diferente de la que hacen sobre el escenario, sumado al hecho de que en la mayoría de casos cada uno de los bailarines hace los movimientos de una manera diferente, hacen que no des abasto.
Pero luego, cuando el espectáculo comienza a organizarse para «secciones»: faltas, lanzamiento de las faltas, goles, movimientos de los porteros, saltos de barrera, etc., cuando la música empieza a coger más fuerza, cuando empieza a simular los ritmos de los estadios, cuando los bailarines pasan de defender una y otra vez la tesis de que los movimientos de los futbolistas y los suyos se parecen, cuando pasan de enseñarnos posiciones sencillamente delactar hacernos acompañando las jugadas, entonces se desata la pasión. Y entonces disfrutas, disfrutas del Barça, de la danza y la música. Y de un solo que, para los que nos gusta la danza de calle, es un pequeño regalo…
Ah! Y mención especial por el vestuario de Lydia Azzoparti. Muy, muy acertado. Qué difícil es jugar con tanto color teniendo ya tanto las proyecciones de atrás!