Compruébenlo por ustedes mismos; diríjanse a la web lunarembassy.com y podrán ver la veracidad de la historia de Dennis Hope, el hombre que, aprovechándose de una laguna legal, se erige en 1980 como propietario de la luna. Fly me to the moon, esta magnífica obra de Marc Angelet, podría fácilmente haberse convertido en una obra sobre la picaresca, en un ensayo sobre la absurdidad del capitalismo, en una crítica cultural del sueño americano. Y sin embargo, el acercamiento del autor ha sido a través de un prisma frágil y humano. Cuando Dennis Hope y su ventrílocuo se quedan colgados de noche en la carretera, nos queda patente el abismo interno por el que atraviesa el artista: un matrimonio que hace aguas, penurias económicas y atisbos de fracaso profesional.
No se sabe bien si la obra debe definirse como un diálogo o como un monólogo. ¿A caso no es un ventrílocuo la extensión de uno mismo? En cualquier caso, Mel -así se llama el muñeco- adquiere la función de Pepito Grillo, de voz interna, de alter ego de Dennis Hope. La relación entre ambos -o entre el protagonista consigo mismo, según se mire- evoluciona sobre el escenario hasta llegar a su resolución: el artista, por fin, toma conciencia de su situación y coge las rentas de su vida. Fly me to the moon es una obra sencilla, delicada e íntima. La captura del movimiento interno que transformó la vida de un Dennis Hope, y ahora gracias a Marc Angelet, también un poco la nuestra.