Esta co-producción de Den Norske Opera (Oslo), Teatro Real (Madrid) y el Gran Teatro del Liceo (Barcelona) se estrenó en 2020 en Den Norske Opera bajo la dirección escénica de Christof Loy.
Piotr Ilich Chaikovski fue conocido en Occidente como compositor de sinfonías y ballets pero también escribió 10 óperas a lo largo de su vida compositiva aunque sólo dos forman parte del repertorio operístico internacional de forma permanente: Eugene Oneguin y Picovaya Dama. Esta última la recordamos representada en el Liceu en 2022 con Sondra Radvanovsky.
Oneguin se basa en un texto de Aleksandr Pushkin, novela escrita en verso bajo la plena influencia del romanticismo. Tanto es así que el propio autor murió en un duelo a pistola por una ofensa amorosa. Fue estrenada en el Teatro Bolshoi de Moscú en 1881 pero no llegó al Liceu hasta 1955. Nosotros recordamos la de 1998 con la siempre venerada Mirella Freni.
Eugene Oneguin y Tatiana son dos personas solitarias que no se acaban de encontrar nunca. Al principio de la ópera, Tatiana lee novelas románticas y se aparta de las fiestas y los ambientes sociales. Conoce a Oneguin y se enamora perdidamente pero él rechaza sus propuestas de amor porque prefiere la libertad. Durante la fiesta de cumpleaños de Tatiana, Oneguin va acompañado de su amigo Lenski que corteja a Olga, la hermana de Tatiana. Oneguin, provocador, baila con Olga. Lenski se siente ofendido, reta en duelo al amigo y acaba muerto. Es la segunda pérdida para Oneguin el cual al cabo de unos años descubre su amor por Tatiana pero es demasiado tarde. Ella está casada y, aunque ella todavía le quiere, lo rechaza.
Musicalmente esta obra es una maravilla puesto que tiene todas las tesituras y una instrumentación sinfónica. La música de Chaikovski nos cautiva desde el primer momento. La orquesta dirigida por Josep Pons hace brillar todos los instrumentos. Nos emociona la entrada del primer acto con el coro y las danzas de los campesinos, después nos llega el dúo de amor entre Lenski y Olga. Alexey Neklyudov es Lenski, quien aunque no destaque en las notas más bajas, hace que el dúo con Victoria Karkacheva sea precioso. Svetlana Aksenova, Tatiana, tiene unos momentos muy líricos como la escena de la carta o el dúo final con Audun Iversen, Oneguin, de un gran dramatismo. Él es un barítono con autoridad que crece a lo largo de la ópera con un espectacular final. Y el príncipe Gremin, el bajo Sam Carl, rotundo, potente y seguro cierra el resplandor de todos los solistas.
Christof Loy nos presenta una escenografía naturalista en la primera parte en una cocina de una casa acomodada de la Rusia rural donde ocurre casi todo, el encuentro entre Tatiana y Eugene, las confidencias a la nodriza (espléndida Elena Zilio), la fiesta de cumpleaños de Tatiana, la provocación de Eugene a Lenski. En la segunda parte el minimalismo alcanza extremos exagerados como la inapropiada coreografía danzada alrededor de Lenski muerto en el suelo. El traje rojo de Tatiana es la única nota de color del segundo acto.
Mención especial quiero hacer para el coro al que Chaikovski le dio un gran protagonismo en esta ópera. Magistralmente dirigido por Pablo Assante, defiende todas las piezas de forma espectacular. Gran tarde de Liceu.