Cuando supe que se iba a estrenar Esperando a Godot decidí inmediatamente que quería verla. No sabía de qué iba ni de quién era, pero sabía que era una obra importante dentro del mundo de la interpretación. Anoche descubrí el porqué.
No voy a hacer una reflexión osea superprofunda de la obra porque, sinceramente, el argumento (si es que existe) es de lo menos atractivo. Dos hombres indigentes esperan junto a las vías del tren la llegada de un tal Godot, al que ni siquiera conocen, pero que ha prometido darles techo y comida. Mientras esperan su llegada (cual Pepe Isbert esperando al señor Marshall) charlan del bien y del mal. Dos personajes pasan por allí de camino a una feria, hacen un alto en el camino y pasan con ellos un rato. Después de su marcha, un quinto personaje aparece y les anuncia que Godot no podrá ir ese día pero que se presentará al día siguiente. Al día siguiente, misma situación, mismos personajes.
Si buscan en internet encontrarán explicaciones acerca del teatro del absurdo, el existencialismo, Dios, el ciclo sin fin, etc., etc. Mi consejo: si usted va al teatro a plantearse el existencialismo de la vida, ésta es su obra; si usted va a disfrutar de interpretaciones magistrales, ¡ÉSTA ES SU OBRA!
Protagonizada por los grandes Pepe Viyuela y Alberto Jiménez, y reforzada por Fernando Albizu y Juan Díaz, este texto cobra mágicamente una vida que hace que resulte atractivo a aquellos que, como yo, no nos planteamos los porqués de la vida (bastante tenemos ya con vivirla…). Siento una gran debilidad por los papeles dramáticos de Pepe Viyuela (que si también cantara y bailara me parecería el summum de la capacidad actoral). Fernando Albizu hace que cualquier papel parezca fácil (ya sabemos que baila… ¿cantará también?). A Alberto Jiménez lo acabo de descubrir gratamente en el teatro después de disfrutarlo siempre en televisión. Al también televisivo Juan Díaz ya tuve ocasión de aplaudirlo a rabiar recientemente en El Vértigo del Dragón.
No quisiera dejar de nombrar a Jesús Lavi como parte del reparto en un pequeñísimo papel que ojalá le permitirá demostrar más; pero seis minutos en escena (dos partes tres minutos) y un texto basado en “sí-señor-no-señor” no dan para mucho, aunque sí bastante para vislumbrar un buen nivel. A Judy Dench le bastaron ocho minutos para ganar un Oscar así que, ánimo.