Creo que hace falta toda una vida para entender Bernard-Marie Koltès, que es uno de aquellos autores que, cada vez que lo lees (y leerlo también es ir a escucharlo en el teatro), te dice algo diferente en función de tu momento vital, porque esta es la virtud de la poesía, la fuerza de la metáfora, que es capaz de despertar asociaciones diferentes en nuestro cerebro dependiendo de lo que nos baile por la cabeza.
Esta vez, Koltès me habló del momento justo antes de conocer a alguien, de aquel espacio de posibilidad, pero también de peligro, que se crea cuando nos arriesgamos a adentrarnos en la vida del otro; a establecer esta transacción de la que se habla todo el rato. A mí, el texto me intoxicó como el buen licor y, días después, todavía me baila por la cabeza.