Metáfora de la postración

Elhombrevisible

Elhombrevisible
16/06/2014

Con los espectáculos de loscorderos uno no sabe nunca muy bien por donde cogerlo porque sus puestas en escena escapan a menudo a la convención razonable, como todo intento de retener un remanso de agua en las manos. Queda, pero, la humedad impregnada, el color brillante, la emoción, el estímulo procaz, la admiración profunda y el interrogante. Siempre el interrogante. Este impacto sutil que lo cuestiona todo es importantísimo en cuanto al teatro de investigación porque el mensaje -si lo hay-, lo acaba poniendo forzosamente uno mismo. Al abrigo de este ocultamente expedido coartamos la tentación a cualquier verdad rutinaria que podamos consentir. Y no obstante, palpita entre los recodos físicos de sus espectáculos intensas intuiciones, chispas lacerantes de alguna verdad insondable. A mí, esto, me desconcierta profundamente, me persigue. No creo que se pueda pedir más a nivel de riesgo teatral, en todo caso sumar la bella factura y la manera intensa de desvelar el espectador hacia un verdadero interés. Por eso no me extraña nada que loscorderos tengan rebaños de incondicionales devotos. Como empalidece el teatro convencional en comparación.

A Elhombrevisible, este David aturdido de él mismo y excluido del mundo exterior, acobardado y obsesivo, enfermizo, no rehuye la mirada que lo juzga. Al contrario, expone su mundo interior de soledad infinita y de soliloquio patológico. Este refugio de todos los miedos, inventado, no es otro que el imaginario de uno mismo. En realidad, es aquel viaje interior al cual a menudo renunciamos por miedo a caer en la locura y en el patetismo, mientras vamos escondiendo, bajo algunas capas de aire inútil, la verdad amarga de lo que somos. ¿Y qué somos? Somos pequeños monstruos humanos, generalmente inofensivos y ridículos, muertos de miedo, que hacemos lo que podemos para sobrevivirnos a nosotros mismos y a los demás. Pero a diferencia de este hombre visible nosotros salimos a tomar la luz del sol y nos dejamos impregnar por su reconfortante energía; mientras que este ser desolador, tan visible a oscuras y tanto lejos del sol, es incapaz de hacerlo. ¿No es un drama perturbador el enfrentamiento personal contra este morbo tan físico y crudo? ¿No representa la historia menuda de este postrado endémico la grieta de nuestro propio entendimiento?

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