John Boynton Priestley, dramaturgo inglés del siglo XX, tenía una habilidad especial para hablar sobre las interioridades de las familias con todas sus fortalezas y debilidades y también sabía desnudar con crudeza los rencores, desigualdades y a la vez realzar el sentimiento de pertenencia familiar. En el mismo contexto le gustaba desvelar secretos en forma de thriller como lo hizo en “An inspector calls”, siempre en ambientes de grupos familiares acomodados ingleses. Priestley participó en la primera guerra mundial. Su ideología de izquierdas se manifiesta en muchas de sus obras. “El tiempo y los Conway” se sitúa en el año 1919 en el seno de una familia adinerada de Yorkshire.
Lo más espectacular de la obra es el montaje escénico de Castells y Planas y los equipos técnicos del TNC. De un acto a otro, el escenario se pliega, despliega, aparece, sube o se arrastra. La percepción no lineal del tiempo de Priestley está presente en toda la obra y el escenario colabora con este juego del tiempo. En este ir y volver del pasado al presente y al revés, la música de Manu Guix es un elemento unificador. Otro tema presente en la mente del autor son los sueños premonitorios que se manifiestan en una de sus hijas, Bárbara Roig, la escritora, atrapada también en el vértigo del paso del tiempo.
Carme Portaceli ha resurgido este clásico inglés con la traducción impecable de Joan Sellent.
Con un plantel de actores y actrices maravilloso, Àngel Llàcer dirige esta obra y los hace brillar con luz propia ya que cada papel parece hecho a medida para cada uno de los personajes. Destaca la magnífica interpretación de Marcia Cisteró, la madre feliz de tener a sus hijos juntos, satisfecha de su posición, orgullosa, poderosa pero a la vez vengativa, cruel. Es la madre que todo lo ve, pero con su visión personal favorece las desigualdades y los conflictos. Albert Triola es el abogado elegante, tan contenido que no se atreve a ser feliz. Mar Ulldemolins destaca por su magnífica interpretación de la hija trabajadora, rebelde y socialista. Julia Truyol es la imagen del desengaño, Roser Vilajosana tiene el difícil papel de la niña pequeña juguetona, Ferran Vilajosana nos sorprende con un solo de piano, Carles Roig es el hijo consentido. Los otros dos hijos son Biel Duran y Julia Bonjoch. Un conjunto impecable y una obra que recordaremos.