Teatro esencial

El amante de los caballos

El amante de los caballos
01/09/2018

Cuando oigo hablar del OFF de Buenos Aires, o del nombre de salas emblemáticas como Timbre 4, tengo la fantasía de hacer un largo viaje a esta meca teatral y pasarme horas de sala en sala viendo teatro sin parar. Pero hasta que esto no llegue, la Badabadoc hace más dulce la espera. Esta pequeña sala de Gracia hace el fantástico trabajo de traernos algunas de sus joyas. Una de ellas es El amante de los caballos que, por cierto, pisa por primera vez tierra más allá de las fronteras argentinas.

La Compañía Moscú adapta un relato de la autora norteamericana Tess Galagher, y lleva en escena un monólogo que en voz baja, ‘susurrada’, nos hace reír y emocionarnos hasta ponernos los ‘pelos de punta’ en varias ocasiones.

Anna Scannapieco hace un trabajo excelente. Sola en escena, desnuda poco a poco la memoria familiar de su personaje. Primero el abuelo, ‘El amante de los caballos ‘, y luego su padre, al que podríamos llamar ‘El amante de las cartas’. Dos ‘vergonzosas’ herencias familiares, más próximas al vicio y a lo ‘sucio’, con las que ella, y el público, acaba empatizando.

De todos los detalles interpretativos y de su puesta en escena se deduce una dirección cuidadísima: una minuciosa partitura teatral que Scannapieco interpreta rigurosa y magistralmente. Generosa, adopta el reto de intercalar ‘susurros’ incomprensibles durante todo su relato, entre frase y frase. Una apuesta de dirección arriesgada pero justificada por la importancia de los susurros en la historia, y muy bien resuelta ya que el ritmo del espectáculo no se ve afectado.

El amante de los caballos es un regalo para volver al origen y a lo esencial. Un masaje para los sentidos que nos acerca a lo más básico del hecho teatral: presencia y emoción. Una pieza que encaja como un guante con La Badabadoc y que es un reflejo del trabajo que se realiza en esta sala durante toda la temporada: rigor, detalle y un gran respeto por todo lo relacionado con el teatro.

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