Esta no es la primera vez que Andrés Lima aterriza en el Teatro Romea y, al igual que sucedió en su momento, las expectativas por su nuevo trabajo son muy altas. Sin embargo, en esta ocasión, su obra no me ha parecido tan redonda, aunque el espectáculo ofrece una factura realmente sugerente. Así pues, cabe destacar que el director consigue dibujar emociones en el escenario, creando una simbiosis realmente interesante entre el audiovisual y la propia escena teatral, al tiempo que hay una acertada utilización de la iluminación al servicio de una poesía visual. Sin duda, se trata de un trabajo meritorio y que, además, se desarrolla de una forma totalmente acertada, llegando con potencia a las retinas de los espectadores. Sin embargo, no he encontrado del todo acertado el tratamiento y la forma de narrar la historia de estos enamorados autodestructivos o, cuanto menos, la forma de exponer los diferentes textos que forman la obra. Sin embargo, los dos actores defienden perfectamente sus personajes, dotándolos de fuerza y personalidad, pero no es suficiente para impedir que el texto aleje al espectador.
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