Antes del estreno de la temporada, hemos podido disfrutar en el TNC digital de este montaje de diez píldoras teatrales de autores/as diferentes: Cristina Morales, Dimitris Dimitriadis, Narcís Comadira, Lluïsa Cunillé, Perejaume, Najat el-Hachmi, Davide Carnevali, Gregorio Luri, Marta Marín-Dòmine y Valère Novarina con fragmentos de textos de Josep M. Benet i Jornet interpretadas magníficament per Melcior Casals, Víctor Pi, Desirée Cascales Xalma, Carol Muakuku, Adriana Fuertes, Saskia Giró, Oriol Genís, Pepo Blasco, Paula Blanco y Lina Lambert.
Cada uno de los relatos es una pieza única, una carga de profundidad en las grietas de nuestra sociedad actual. Desde el manifiesto por un nuevo tipo de teatro, pasando por la defensa de la naturaleza que ha revivido con la pandemia o la lucha por la inclusión social, la normalización de las personas racializadas o con una minusvalía en los escenarios, el lenguaje subversivo como una forma de expresión enriquecedora, los efectos secundarios de la pandemia, la tristeza al final de la vida, la soledad del que ha perdido la autonomía personal, la hipocresía de nuestra sociedad ante la inmigración. Es decir, todo aquello que nos afecta como personas y nos remueve.
Pero el título de la obra me ha desconcertado y desorientado. Lo único que tiene del Decamerone de Boccaccio es la estructura de cuentos cortos y un argumento descriptivo o crítico con las situaciones del momento. Intentaba encontrar algún significado escondido en alguno de los relatos que hiciera referencia a las historias de Boccaccio llevadas a la gran pantalla por Pier Paolo Pasolini. Únicamente he encontrado guiños a este último. Pasolini es citado en uno de los relatos lamentando la desaparición de las luciérnagas o cuando decía: “la luz del futuro quema cada día en nuestros actos cotidianos”. Como broche final, el relato de Lluïsa Cunillé e interpretado por Lina Albert se refiere a la violenta muerte de Pasolini que tanto misterio ha creado a su alrededor.
No es la primera vez que vamos al teatro a ver un título potente y atractivo de un autor reconocido y nos encontramos con una pieza teatral que no tiene nada que ver con el título propuesto. Así nos ha pasado con Decameró: toda la función pendiente de encontrar (sin éxito) lo que nos hemos perdido del “estilo decameroniano”