«Clowns» se estrenó el pasado noviembre en el «Festival Internacional de Artes Escénicas Tlaxcala» (México) y en Barcelona se estrenó en el momento en el que empezaba el confinamiento de fines de semana por la pandemia y en el que todos los teatros y salas de conciertos se clausuraban durante quince días. Ya se tenía que haber representado en marzo pasado y se pospuso por el mismo motivo. Había un ambiente de frustración, tristeza y preocupación. Era un estreno que no iría seguido de la programación. Aun así, las tres actrices se lanzaron a dar todo lo mejor de ellas mismas y lo consiguieron.
Tony Casla director y dramaturgo ya es una figura reconocida en el mundo del teatro. En 2012 creó la Compañía Antzoki Teatteri que ha sido galardonada en diversas ocasiones por diferentes obras.
Clowns es una pieza sobre la violencia de género. Es una obra de mujeres, sobre mujeres y para todos. Es una obra sin palabras. Me quedé maravillada de las cosas que se pueden decir con el cuerpo, el gesto, el movimiento y la mirada. Cuántos sentimientos profundos se pueden expresar y cuántas historias para explicar!
Me atrapó desde la primera escena. Una mujer recibe los golpes de un agresor invisible que estará presente durante toda la obra. Elisabeth Quevedo expresa tanto la violencia como el amor y la protección de sus dos hijas de una manera extraordinaria. Ella ha participado en varias obras de la compañía y es una actriz consolidada.
La hija mayor (Ariadna de Vilar) representa un papel que está entre el juego infantil y la madurez, entre las peleas con la hermana pequeña y la complicidad con la madre. Tiene una escena (que no explicaré) impresionante. La pequeña (Sela Conde) hace un gran trabajo en la reproducción de los movimientos infantiles.
Las dos hermanas, alumnas de ESAD Eòlia son dos talentos a desarrollar. Es la primera obra que llevan a escena y hay que felicitarlas pero, aun reconociendo que era el día del estreno, con nervios y preocupación por el momento que vive el mundo de la cultura, creo que hace falta trabajarla un poco más. La obra tiene altibajos, escenas demasiado largas, movimientos repetidos y reiterativos. Tanto Tony Casla como la directora de movimiento (Fátima Campos Trepat) tendrán que hacer un último esfuerzo para obtener todas las posibilidades que todavía tiene esta deliciosa pieza.