La Compañía “La Klandestina” nos presenta una pieza dentro de un ciclo sobre Memoria Histórica. En forma de pequeño formato, Fuga es una pieza teatral que es capaz de transmitir una gran emoción y provocar una profunda reflexión.
Basada en diferentes textos sobre la mal llamada Guerra Civil (La Guerra civil al Monstsec de F. Sanchez Agustí, Els combatents anònims de J. Ripoll, Cartes des del front d’E. Vila, Cartes a Màrius Torres de J. Sales, la Compañía teje una historia actual llena de recuerdos y nostalgias. Un nieto con una intensa y tierna relación con un abuelo, un abuelo que le habla de un bisabuelo desaparecido al final de la guerra y visto huyendo hacia Francia con la imagen del fracaso y la derrota en la cara, unas cartas del bisabuelo en casa, unas monedas de plata vigentes durante el gobierno de la República. El abuelo, que está iniciando un proceso de enfermedad degenerativa, vuelve de vez en cuando a la consciencia para explicarle al nieto que es “un hombre con un cristal en el corazón, que cuando sobreviene algún miedo o algún temor, el cristal se mueve y le hace mucho daño”. Es una deliciosa manera de narrar la nostalgia de un pasado no explicado.
Dirigida per Montse Albàs el pequeño espacio escénico bien aprovechado por Furti Coromina, nos lleva del presente a dos generaciones atrás, utilizando recursos sencillos pero eficaces como la pizarra para dibujar el árbol genealógico de la familia o una escalera cortada para ir a la buhardilla. El espacio se engrandece a medida que va avanzando la obra, crece en volumen y en distancia acercándonos de una manera eficaz al frente bélico, a la esperanza, al sufrimiento y a la derrota.
Todos los recursos están bien colocados y en el lugar y en los momentos precisos para reforzar la historia: la iluminación de Quim Blancafort, las grabaciones de Jordi Ginesta, las voces en off. Todo aparece en el momento preciso para no romper el ritmo ni la cadencia. La Internacional y Bella Ciao están en el lugar que les toca. Todo calculado y milimetrado.
Quiero destacar la gran interpretación de Arnau Casanovas que no desfallece en ningún momento sino que crece a medida que avanza la obra con un espléndido trabajo actoral. Desde que simula un concierto tocando una guitarra eléctrica hasta interpretar al abuelo pasa por todas las emociones hablando con otros personajes ausentes del escenario y reflexionando con él mismo.
La aceptación del pasado permite al protagonista afrontar el presente y recuperar la serenidad y el valor que había perdido.
No es de extrañar que esta obra vuelva después de haber pasado por otras Salas desde hace un año. Le deseamos larga vida a la obra y a la Compañía.