Fugit son las mujeres y hombres que marcharon durante la Guerra Civil, los refugiados que llegan en pateras en Europa, los jóvenes africanos que se juegan la vida bajo camiones con el único objetivo de llegar a Europa… Sin tiempo, sin espacio. Un viaje en el exilio, en un mundo mejor. Un viaje escénico que te hace sentir en su propia piel la experiencia de todos los que han tenido que irse de su casa por culpa de las guerras, dictaduras o la miseria.
Y digo viaje escénico, pero también debería decir emocional. Brutal, intenso, poético. Sin una palabra, sólo con unas miradas dolorosamente profundas -que albergan esperanzas, pero también muchas miedos- los Kamchàtka consiguen hacerte vivir tu exilio. Tú, el espectador, también dejas atrás tu identidad y los que te acompañan. Hay quien llora, ríe, grita, se abraza, pero todos se dejan llevar por los actores, en diferentes grupos, por los callejones, casas, escondrijos y camiones… La ciudad se convierte en la escenografía, el público el protagonista. Todo el mundo se acaba convirtiendo en una de esas tantas personas que alguno día han tenido que meter su pequeño mundo en una maleta. Y cuando termina la obra no sólo has disfrutado de un espectáculo en mayúsculas, sino que además algo te ha traspasado la piel para quedarse. Y tienes ganas de decirles: GRACIAS.